Jerusalén
La palestina que descubrió que era la heredera de un rico judio
La vida de la mujer palestina Loret dio un vuelco de 180 grados cuando descubrió que era hija de un judío israelí rico, que al final de su vida la conoció y le dejó toda su fortuna, de la que sus otros descendientes no vieron un céntimo.
Para los que creen que este tipo de historias sólo ocurren en las telenovelas, la vida de Loret, de unos 60 años, palestina cristiana y residente en Italia, podría servir para uno de esos guiones basados en la realidad.
Todo comenzó hace dos años, cuando en una visita rutinaria a su médico de cabecera en Italia, éste la dejó sin palabras al descubrirle que tenía "enfermedades judías".
Loret pensó que era imposible, puesto que era árabe, nacida en Nazaret de una madre palestina.
"El médico le dijo que tenía enfermedades características de los judíos y que le preguntara a su madre", explicó Jaim Lancri, el detective israelí que siguió el caso desde su despacho en una población de la Galilea (norte de Israel), que no precisó a qué dolencias se refirió el especialista.
Tras conocer la inquietante revelación del facultativo, Loret viajó a Israel y llegó a Nazaret, donde reside su progenitora.
Después de tres semanas en las que la palestina trató de sonsacar información a su madre, finalmente ésta accedió a contarle la verdad sobre su origen.
En el año 1950, cuando la madre de Loret tenía 16 años, se enamoró de un chico judío, probablemente de alguno de los kibutzim (granjas comunales) de los valles próximos, recuerda hoy la anciana.
Tanto la familia del chico judío, como la de la palestina, se oponían a la relación, y cuando la joven quedó embarazada, sus padres la enviaron a Italia, donde habían arreglado un matrimonio con un joven cristiano, en cuyo seno nació la pequeña Loret.
Según las pesquisas, la familia del muchacho era, sin embargo, de la zona de Jerusalén, y se cree que cuando conoció a la madre de Loret era soldado.
Loret acudió a la oficina de la abogada Galit Biton, también en la Galilea, que le puso en contacto con su marido, el investigador privado que siguió la pista del judío, de nombre "Dani", uno de los pocos detalles que pudo rescatar la madre haciendo memoria.
Tras varias semanas de intensas investigaciones, en las que repasó cementerios, sondeó a fuentes en el Ministerio del Interior, Ejército y otros organismos gubernamentales, Lancri localizó al progenitor: un adinerado empresario israelí de 87 años, residente en la ciudad de Cesárea, al norte de Tel Aviv.
Emocionada por el descubrimiento, Loret viajó a la casa de su ya anciano padre y descubrió que tenía otros dos hijos.
En un primer momento, el progenitor se mostró receloso del relato de la palestina, y sólo cuando ella reveló detalles íntimos de la relación con su madre, él rompió a llorar.
"Nunca dejé de querer a tu madre, todas las riquezas que logré acumular no tienen valor sin ella. La busqué por todas partes hasta que descubrí que la habían enviado al extranjero y tiré la toalla", manifestó el padre, según recoge el servicio de noticias "Ynet".
Loret tuvo oportunidad de iniciar una relación con su padre biológico, que la reconoció como suya en los momentos finales de su vida, aunque no tuvo ningún contacto con sus hermanos israelíes. "Los dos estaban esperando que el padre muriera para quedarse con su dinero", aclaró el detective.
Dos meses después de conocer a Loret, su padre decidió cambiar el testamento y dejar todas sus propiedades a su recuperada hija.
Con el objeto de evitar futuras disputas, la abogada grabó con una vídeo-cámara el procedimiento, que se realizó ante la presencia de dos testigos.
Poco después, el progenitor falleció y sus hijos quedaron perplejos al conocer que tenían una "nueva hermana"que heredaba la fortuna familiar, por lo que acudieron a los tribunales y demandaron que se aplicara el anterior testamento y que Loret fuera sometida a una prueba genética.
El ADN demostró que la palestina efectivamente era la hija biológica del fallecido y la grabación testamentaria fue la prueba definitiva para el juez dictaminara que debía respetarse la última voluntad del progenitor: que a sus hijos no les correspondía nada de la herencia.
"El vídeo fue vital para destapar los sentimientos que tuvo el padre por su hija", concluye el detective, que como en muchas películas, cerró el caso con satisfacción.
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