Londres
Dimite el ministro de Defensa de Cameron
El caso de tráfico de influencias abre la primera crisis del Gobierno «tory»
David Cameron tuvo que despedirse ayer de uno de los hombres del núcleo duro de la derecha de su partido, Liam Fox. La marcha del ya ex ministro de Defensa era inevitable. Durante toda la semana, había estado en el punto de mira tras las revelaciones de que un íntimo amigo suyo, padrino de su boda, había estado actuando todo este tiempo como asesor de manera no oficial acompañándole a toda serie de reuniones y viajes oficiales. Su marcha es la segunda que afronta el Ejecutivo, que nada más formarse en mayo de 2010 tuvo que lidiar con la dimisión de David Laws, principal arquitecto del acuerdo de coalición.
Durante los diecisiete meses que había desempeñado su cargo, Fox se había ganado el respeto de su colegas actuando con determinación en unos de los departamentos que ha sufrido más cambios con los recortes llevados a cabo por el Gobierno para hacer frente al déficit. Al fin y al cabo, era ya un experto en la materia por los años que había pasado en la oposición como portavoz. Y es que, Cameron siempre le quiso tener en primera línea. Era la manera de contentar al núcleo «tory» más «derechista». Fox siempre fue considerado como uno de los herederos de Thatcher y había que mimarle de alguna manera cuando el joven Cameron le ganó en 2005 la carrera por el liderazgo del partido. Consciente de que tenía que seguir con este balance, el «premier» eligió ayer como su sustituto a Philip Hammond, hasta ahora responsable de Transportes y representante también del ala más conservadora.
La elección se hizo pública casi al mismo tiempo que la dimisión, lo que lleva a pensar que el primer ministro tenía claro que el escándalo de Fox acabaría con su carrera. Eso sí, hasta el último momento alabó sus virtudes. En la carta que respondía a su decisión de abandonar el Gobierno, Cameron destacó su «papel fundamental» en la campaña de Libia para impedir que la población «fuese masacrada por el régimen de Gadafi». Para rematar la jugada, al frente del ministerio de Transportes, el «premier» eligió a Justine Greening. El nombramiento de una mujer es una maniobra de su equipo para acallar así los rumores de que tiene problemas con el voto femenino.
Amigo incómodo
La confesión
Tras una semana de intensa presión mediática, Liam Fox reconoció ayer que un amigo suyo actuaba como asesor del Ministerio sin tener ningún cargo oficial. «Confundí los intereses personales con mi actividad en el Gobierno. Lo siento mucho», aseguró.
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