Cataluña

Bochorno callejero

La Razón
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En estos días de calores veraniegos el bochorno no es sólo climático: sobre todo es callejero. Bochorno y rubor por lo que ha pasado en Madrid con el Metro. Siendo comprensible que cualquiera pueda estar en desacuerdo con un recorte salarial e ir a la huelga, no es de recibo el matonismo en hechos y obras de algunos dirigentes sindicales llamando a las barricadas contra la derecha, con agresiones a los conductores que querían trabajar, con un lenguaje impresentable que sonroja a cualquiera. Tales dirigentes perdieron la oportunidad de defender a los trabajadores cuando se aliaron con el Gobierno apoyando una política que sólo ha servido para disparar el paro. No se comprendió que no salieran ni siquiera a manifestarse cuando debían, y tampoco ahora esta virulencia bestial en Madrid ¿Por qué sólo en Madrid? También en Cataluña ha habido recortes a empleados en empresas públicas y sin embargo no hemos visto huelga alguna ni piquetes violentos. Luego hay que concluir que la clave está en que en la capital gobierna el PP y los sindicatos van a por el PP. Han estado correctos Blanco y Rubalcaba criticando el incumplimiento sindical de los servicios mínimos, pero no así De la Vega echándole la culpa a Aguirre por no saber negociar. Como si el estruendo piquetero pudiera estar justificado por el hecho de existir o no negociación.
Que sepamos nadie ataca a los sindicatos por ejercer el derecho a la huelga. Es un derecho asumido que todos defendemos. Se les critica por el método, por saltarse la ley y trasladar la idea de que ellos tienen fuerza para «entrar a matar» si a alguien se le ocurre sancionarles.
Bochorno como el de los políticos catalanes que estos días amenazan con ocupar la calle por la sentencia del estatut. Dicen que el estatut es intocable, sea o no constitucional, y que si es modificado en algo se opondrán por la vía de la movilización. Que tal actitud la defienda un partido antisistema como ERC es comprensible. Que lo haga el PSC de Montilla no se entiende nada.
Pese a que a veces me criticaron por ello, siempre dije que Montilla era un político serio que había introducido prudencia en el gallinero de Maragall. Ya casi no nos acordamos, pero el tripartito maragaliano salía a escándalo diario. El de Iznajar llegó sin levantar la voz y al menos frenó la escalada de desmanes de un Ejecutivo complicado por su composición. Por eso esta salida de tono llamando a ocupar la calle me parece impropia de Montilla, ni siquiera justificable por el hecho de estar en periodo preelectoral. Con el fuego sólo juegan los niños, y eso lo sabe el president. Sobre todo teniendo en cuenta que la sentencia del TC le es más que favorable. Es verdad que en algunos puntos el alto tribunal no podía hacer otra cosa que declarar nulas ciertas expresiones y preceptos. Pero en el fondo el fallo favorece a sus defensores. Y el molt honorable cordobés tenía fácil decir que habían ganado, como lo hicieron de hecho Caamaño y De la Vega.
Es cuestión de responsabilidad. Saber que cuando uno ocupa determinados cargos no puede permitirse el lujo de encender a la población. Para eso ya están los extremistas. Y Montilla nunca me pareció que lo fuera.