País Vasco
Chorizos y pastitas para alegrar el voto
La normalidad de la jornada electoral no es incompatible con las excentricidades de algunos partidos políticos y no pocos ciudadanos en busca de un minuto de protagonismo.
Hay palabras que, afortunadamente, están ligadas a las citas electorales en España desde hace años: tranquilidad frente a incidentes. Ir a votar forma parte de una bendita rutina democrática, aunque, a qué engañarnos, no faltan los grupúsculos políticos y algunos ciudadanos que aprovechan esta jornada para dar la nota. Ahí está por ejemplo Equo en el País Vasco. A falta de tener la relevancia que dan las urnas, pretendieron arañar algún titular, que va a ser que no, dejando sus papeletas –en vez de la de todos los partidos que hubiese sido lo más fino y elegante– a los inmigrantes sin derecho a voto... ¿y? Es una denuncia tan estéril como demagógica, que no suma votos como se comprobó en el recuento final.
Menos mal que los ciudadanos tienen más sentido común, aunque, preciso, no todos. Un grupo de amigos gallegos tiene la peculiar costumbre que aprovechar la jornada de reflexión para anestesiarse con alcohol e ir después a votar disfrazados. A ellos les hace mucha gracia... Al resto, bueno a veces la política toma la apariencia de un carnaval. En Ferrolterra, un hombre –quizá previendo una avalancha de votantes en su urna electoral– se ha presentado delante de la urna con ¡una ristra de chorizos a modo de collar! ¿Por qué? «¿por qué no?», contestaría él.
Eso sí, para susto, y disgusto, el de una ciudadana gallega. Previsora, acudió la primera a votar por aquello de tener ya todo el domingo libre. Pues va a ser que no. Ante la falta de un miembro en la mesa, le dijeron que se quedase como segunda vocal y allí se quedó la buena mujer, con un cabreo del «carallo». Nada que ver con los voluntariosos habitantes de la isla de Ons. Cinco de los ocho residentes no dudaron en tomar un barco de buena mañana para ejercer su derecho en Bueu. Por ahora, la política, y sobre todo los políticos, no les dan pereza. Deberían haberles hecho una fotografía para enmarcar en la fachada de cada colegio electoral de homenaje y para incentivar a los que se abstienen.
En el País Vasco no faltaron las instantáneas de las monjas votando, fotografía tan recurrente como socorrida en una jornada electoral. Dicen las malas –o buenas, según se valore– lenguas que el PNV echó el resto para facilitar el transporte a los miembros del clero a cambio, claro está, de un puñado de votos. De confirmarse esa argucia, estaríamos ante la típica, y desgraciadamente tópica, maniobra de algunos partidos políticos para salir lo más favorecidos posibles tras el recuento definitivo. A algunos ese viejo truco les sirvió de poco, por no decir nada.
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