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Un yerno en la sopa
El correspondiente juez de instrucción se ha tomado con pachorra la simple providencia de citar para charlar cordialmente a los duques de Palma y, finalmente, cuando se han aburrido las ovejas, ha imputado al consorte emplazándole para febrero. Como en España la Justicia es el peor de los servicios públicos, Urdangarín puede sentarse en un banquillo (si se sienta) «ad calendas graecas», y su abogado pedirá y obtendrá la nulidad del juicio por la catarata de filtraciones sumariales que nos han chorreado. En nuestros juzgados levantar el secreto del sumario es lo único que garantiza que no vuelen las fotocopias hacia las redacciones. Este yerno no parece tener otros títulos que los de perillán, logrero, cucañista, oportunista, pero no es más que otro menudillo en la espesa sopa de tropezones de la sociedad española a la que dan tono los pícaros y buscavidas. Ya se sabe que la familia biológica es una cruz que nos manda el Señor y que la política suele proceder del espacio exterior, de más allá de Alfa Centauro. El yerno es una mosca en el vaso de leche del Rey y no veo que sus andanzas perjudiquen a la familia del Monarca, y menos al Príncipe (cuñado viene de cuña). Urdangarín poniendo el cazo no interesa ni al común de la gente porque forma parte de un paisaje repetitivo. Otra cosa sería que leguleyos e influencias sacaran injustamente del trance al de los pelotazos y los braguetazos. Veamos el caso como una oportunidad para que, en verdad, la Justicia sea igual para todos. Peligro: que nuestros medios amarillos devoren el caso convirtiéndolo en una mala zarzuela de estúpidos y famosos.
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