Grecia
El juicio final
Hasta ahora no lo creía pero poco a poco me está sacando de mi error la verdad revelada de los mercados y esa paranoia, que se extiende como la pólvora, de querer salvar apresuradamente a las cosas y a la gente. Está próximo el fin del mundo y es por eso que hay que salvar a Grecia, salvar a las cajas y a los bancos, salvar al soldado Ryan y a todo lo salvable, que parece que hayamos entrado con prisas en la hora del juicio final. A los griegos, por ejemplo, los acaban de salvar metiéndoles un estoconazo a la altura del tercer espacio intercostal que les sale por la cavidad por la que reciben su topónimo porque cuando la Bolsa y los Gobiernos se empeñan en salvar a alguien, ya puede estar en Grecia o en España, que no hay nada que se pueda hacer menos rezar. Por eso la pregunta, ahora que las amenazas nos alcanzan, es qué hemos hecho nosotros para merecer que nos salven y por qué no lo hacen como han hecho con los bancos, dándonos ayudas, o dejando que los que tenemos deudas nos fusionemos entre nosotros, como las cajas, y nos convirtamos de repente en entidades saneadas y solventes. Es seguro que entre los griegos hay gente honrada que no ha robado, ciudadanos excelentes y padres ejemplares a los que van a rebajar el sueldo de un día para otro, quitarles pagas o eliminarles las pensiones porque ya les han ido con la milonga de que el déficit es de su Estado, o sea de todos ellos, pero no de los pésimos Gobiernos que les han arrastrado a ese calvario. Como es seguro que aquí, entre nosotros, haya gente honesta que ha pagado sus impuestos y que no defrauda y que sin haber pedido nunca jamás una ayuda a nadie, se encuentre ahora de repente con que al Gobierno le entran unas ganas horrorosas de salvarle.Quieren que tomemos nota de los griegos cuando son ellos, los bancos y los Estados, quienes no han hecho sus deberes. Y que pongamos a remojar las propias barbas para no tener que tocar sus mamandurrias ni los instintos cleptómanos de sus fieles y enchufados. ¿Pero qué podemos esperar de un país en el que hasta los ministros pagan pisos con dinero negro y sus mujeres van a comprarse joyas sin impuestos? Pues está claro. Que nos salven.
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