Museos

IX / Cultura: La agonía del sistema de la subvención por Pedro Alberto Cruz Sánchez

En estos años, la creación ha vivido del dinero público. Falta iniciativa privada y son preocupantes los índices de piratería 

DESCARGUE EL GRÁFICO COMPLETO EN «CONTENIDOS RELACIONADOS»
DESCARGUE EL GRÁFICO COMPLETO EN «CONTENIDOS RELACIONADOS»larazon

El diagnóstico se resuelve, a grandes trazos, en los siguientes términos: primero fue el sistema cultural vigente desde hace décadas el que entró en crisis; ahora es la cultura en sí la que está amenazada de muerte. Si hay un ámbito de la vida social española que requiere de urgentes medidas drásticas y de una transformación radical de su estructura de gestión, ése es el cultural. Por resumir los conceptos clave en torno a los cuales ha de operarse esta reinvención del sistema, se pueden identificar tres: la participación estratégica del sector privado; un nuevo diseño de la política de subvenciones; y la creación de mercados reales –y no ficticios– para los productos españoles.

Comenzando por la primera de estas áreas, hay que decir que la burbuja de la cultura institucionalizada hasta las trancas ha estallado en mil pedazos, imposible de recomponer. Se acabó la solución fácil de un sistema cultural sostenido exclusivamente por dinero público. O el capital privado se involucra de lleno en la puesta en pie de los proyectos culturales, o en un plazo no muy lejano la actividad cultural va a quedar relegada a una expresión testimonial. Urge, por lo tanto, una ley del mecenazgo ambiciosa y agresiva en sus compensaciones que convierta por primera vez en atractiva la inversión en cultura y que rebaje notablemente la responsabilidad presupuestaria de las administraciones. En esta misma dirección, es imprescindible determinar fórmulas de gestión mixta público-privada para la puesta en valor de un número ingente de equipamientos culturales levantados durante los tiempos de bonanza a lo largo y ancho de la geografía nacional, y que ahora –por insostenibles– se encuentran cerrados o en estado de latencia.

La redacción de una ley del mecenazgo a la altura de las circunstancias debe ir acompañada de un nuevo diseño de los programas de subvenciones, causa directa de muchos de los males que afectan a la cultura española. De hecho, hemos asistido durante estos últimos años a una contradicción de base en la manera de entender el tejido cultural: de un lado, se ha abogado por la necesidad de adoptar medidas que facilitaran su reconocimiento como «industria», mientras que, de otro, se ha asistido a una potenciación de todas aquellas estrategias de subvención enfocadas al «producto» en sí mismo. Entendamos por «producto» la obra cultural en sí, el objeto o proyecto que ha de competir en el mercado. Cuando la mayor parte de los incentivos culturales se concentran en este eslabón de la cadena de valor y no en el fortalecimiento de una estructura empresarial que consiga productos interesantes, el escenario que surge es el de una arquitectura monumental que comienza a levantarse a partir de la primera planta, sin que nadie se haya preocupado por asentarla en unos cimientos sólidos. Es necesario, pues, trasladar el énfasis de las ayudas institucionales desde el estadio del «proyecto específico» hacia el «proyecto empresarial».

En tercer lugar, es evidente que los productos españoles no resultan competitivos fuera del mercado autóctono. Dos circunstancias confluyen: de una parte, el hecho de que el castellano, pese a ser uno de los idiomas más populares del mundo, todavía no ha alcanzado el rango de «lengua cultural» o «académica» –como sí sucede con el francés, alemán o, incluso, italiano– y de otra, que la forma habitual en que la cultura española es exportada suele pecar de un excesivo aire institucional, que termina por lastrar fatalmente la capacidad de circulación del producto en cuestión.
 
En la medida, entonces, en que seamos capaces de encarar con éxito en los próximos años el reto que plantean estos tres ámbitos de la gestión cultural, estaremos garantizando el futuro competitivo de la cultura española. De no acometer con arrojo las reformas necesarias, la actividad continuará languideciendo día tras día hasta acabar resultando insignificante.


Pedro Alberto Cruz Sánchez
Consejero de Cultura de Murcia