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La cruda realidad
La Comisión Europea hizo ayer públicas nuevas estimaciones económicas para este año y como era de esperar fueron negativas. El Ejecutivo comunitario transformó la previsión de crecimiento del 0,7% que había pronosticado para España en noviembre de 2011 en una caída del 1%, e incluso matizó que la contracción podría ser superior. Esta previsión es la más optimista de todas las conocidas hasta la fecha, pues el Banco de España estableció una caída del PIB del 1,5% y el FMI la cifró en el 1,7%. Es un escenario de recesión opuesto al que se tomó para fijar el objetivo de déficit para este año, lo que debe ser definitivo para redefinir los objetivos de la consolidación fiscal y adecuarlos a la nueva coyuntura. El argumento es concluyente. El déficit previsto para este año está fijado en el 4,4%, con una estimación de crecimiento del 2,3% en 2011, pero ahora se prevé una contracción de la economía de al menos el 1%. Igualmente, el desequilibrio en las cuentas debía ser del 6% el pasado año, pero se elevó hasta el 8%. Parece, por tanto, evidente que una negativa de las autoridades comunitarias a flexibilizar su posición no tendría sentido ni justificación a la vista de esta realidad. La sintonía en este punto entre los mensajes del Gobierno de Rajoy y de la Comisión Europea es positiva. Ambos entienden que tras la presentación de los Presupuestos Generales del Estado, y las explicaciones consiguientes sobre los planes españoles, será el momento para abordar una posible revisión de los objetivos de déficit que el presidente del BCE rechazó porque dispararía la prima de riesgo. La posición de Draghi es un obstáculo, pero las razones de España son sólidas. El compromiso con la consolidación fiscal vertebrará unos Presupuestos que incluirán una caída superior al 1% y que serán aprobados el 30 de marzo, como avanzó Rajoy. No habrá marcha atrás ni paréntesis en una política de disciplina.
España afronta un año decisivo. Está sujeta a una estrecha vigilancia de los mercados y nuestra credibilidad se reforzará en la medida en que cumplamos con las expectativas generadas. De momento, el intenso ritmo reformista del Gobierno popular ha generado una dinámica positiva entre los inversores e instituciones internacionales, pero nuestra quebrantada salud financiera y nuestra desfigurada imagen internacional necesitan esfuerzos continuados. Unos Presupuestos realistas, con estimaciones prudentes, sin licencias para la improvisación o la ficción, son claves. Europa tendrá entonces más razones para flexibilizar sus exigencias. Por su significado, las cuentas de 2012 se convertirán en una cuestión de Estado. Sería deseable que el PSOE estuviera a la altura de las exigencias. Si sigue empeñado en hacer una oposición de algarada y de trinchera, será improbable su colaboración.
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