Castilla-La Mancha
Va por ti muchacha por José Luis Alvite
Una joven de dieciséis años se suicida porque no soporta el acoso escolar del que es objeto por parte de dos compañeros de instituto y el asunto se resuelve de momento con un «se depurarán responsabilidades», vieja fórmula protocolaria que en este país suele preceder al archivo de cualquier causa. Se nos dice también que a la alumna se le ofreció la posibilidad de cambiar de clase, vergonzosa alternativa que supone molestar a la víctima y dejar en paz al delincuente. Ahora sólo falta que las autoridades académicas y los responsables políticos de Castilla-La Mancha ofrezcan ayuda psicológica a los dos acosadores, a los que podría considerarse víctimas inmerecidas del suicidio de su compañera. ¿Habremos de esperar otras tragedias como ésta para que las víctimas del acoso escolar vean reparada su marginación antes de que recurran a pasar la soga por una viga o decidan salir de casa por una ventana abierta a veinte metros de altura sobre la acera? Cuesta creer que nadie sepa nunca nada y que las vejaciones se sucedan día tras día, curso tras curso, sin que alguien mueva un dedo para evitarlas. ¿Es que los responsables de los centros no tienen ojos en la cara? ¿Nos dirán que lo de esa chica fue algo inesperado, un drama que no se veía venir, acaso una pintoresca ocurrencia juvenil? ¿Siguen sentados en sus pupitres los golfos que llevaron a esa pobre chica a la fatal determinación de suicidarse? ¿No les interrogará la Guardia Civil por si con la tensión de las diligencias les repite en el rostro el acné juvenil? ¿Y qué dirán ahora el jefe de estudios, el tutor y el orientador de esa pobre muchacha? Todos pedirán que se depuren responsabilidades y ahí quedará el asunto. Y los acosadores se irán de rositas o se prestarán a que cualquier desaprensivo convierta su miserable conciencia en vergonzosa televisión. Mi espanto va por ti, muchacha.
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