Libros

Libros

Criando recuerdos

La Razón
La RazónLa Razón

Les han quitado a los trenes aquellos compartimentos que tanto favorecían el pegar la hebra con desconocidos (como otras gracias que les quitan, porque el Orden quiere que vayamos embutidos, lo más parecido a como en autocares o aviones, como balas a nuestro destino), pero no han conseguido estropeárnoslo del todo; y así, sentadas como llevo a mis espaldas dos que enseguida se sabe que son tía y sobrina, me es fácil oír su conversación y, metiendo entre butacas mi grabadora, traérsela a los lectores: –Y entonces, te sacó de la fiesta y te llevó al patio ¿de la mano? –De la mano. –¡Qué bien! Y no hacía frío. –No, ¡qué va! –Y ¿adónde te llevó? –Pues a una cuadra de la casa vieja, que yo creo que olía a caballos todavía. –Gracias, Lenita, que no te llevó, como hacían los jóvenes de EE UU y alrededores, que, en cuanto una se dejaba, se la metían en el auto. –Pero ¿qué dices, tía? –¡Je!, que las metían al auto, tonta: no los pongas tan bravos. –Bah, yo creo que ése ni lo tiene. –No me digas, niña. Uy, pues, con esas señas, me parece que ese tipo me está gustando mucho; para ti, claro. Bueno, y en la cuadra, ¿qué? –Pues fíjate, tía Magda, que, sin más, me agarra por la cintura y se pone a besarme. –¡Bueno, bueno! Y ¿duró mucho? –¿Eh? No sé. –¿Que se te perdió el tiempo? Venga, Lenita: ¿cómo era?, ¿qué sentías tú?, ¿te entró ese virugis... –¿Eh? ¿qué es eso? –Si te sentías arrobada, desleída... –¡Uf! tía!, ¿qué sé yo? Estaba tan agitada con cosas, que si se me caían las horquillas, si me pellizcaba el cinturón, si debía o no meter la lengua para dentro, que si tenía que decidir si ese hombre me gustaba o no me gustaba… que no sé. –Ya, ya. Así son las cosas: estabas muy distraída para sentir. –¿Eso pasa? –Sí: generalmente, cuando nos cae algo bueno, está una tan liada con pejigueras, y hasta con qué significa lo que le pasa, que no está una para sentirlo. –Ah. –Pero no importa, Lena: el caso es que pasó y ahí lo tienes, y seguro que mañana cuando lo recuerdes, sentirás el beso, más que cuando te besaba. –¿Sí? ¿Mañana? –O el mes que viene, o dentro de un año, o cuando pases de los míos: si eso era de veras bueno, cada vez que te vuelva, de pronto, sin pensarlo, te sabrá más bueno. –¿Así es la vida? –Así nos la pasamos, criando recuerdos, por si lo que pasó era algo bueno. –Como sembrando un beso para que florezca un día, para otra. –Para quien sea.