
Pekín
Los chinos ya son cubistas
La Fundación Telefónica lleva al Museo Nacional de Arte de China la primera gran exhibición que se muestra en el gigante asiático sobre el movimiento fundacional del arte contemporáneo del siglo XX.

El cubismo es considerado un movimiento artístico plenamente europeo nacido en su corazón cultural, el París de principios de siglo, quebrando planos y perspectivas, deformando la visión del ojo humano y poniendo en duda el hecho mismo de la realidad, como si ésta no fuera más que una construcción artificial. El cubismo fue el momento clave –la fecha fundacional es exacta: 1907– en el que se transforma el «arte occidental», abriendo las puertas hacia el mundo desconocido de la abstracción, que es donde estamos ahora.
Parecía que Oriente no formase parte de esta tradición, pero no es exactamente así. Pasado un siglo desde que Picasso y Braque dieran ese paso, China es el motor de la economía mundial, está llamada a liderar el mundo sin haber tenido ni cubismo ni vanguardias transgresoras y especula en las salas de subastas haciendo que Jeff Koons, Damien Hirst y Murakami, entre otros monstruos de las finanzas, alcancen cifras astronómicas. China, por lo tanto, forma parte de ese arte global y sus estudiosos y estudiantes de arte no son ajenos a la historia del cubismo y a sus influencias.
Tiempo veloz
Lo podemos ver ahora sin desentonar en nada en «Tiempo de cubismo», que llega al Museo Nacional de Arte de China (Namoc), la mayor institucion cultural de Pekín, de la mano de Telefónica, que hace 25 años empezó a crear su colección de arte cubista, uno de los fondos privados más importantes sobre el movimiento. Una colección, ha explicado el director general de la Fundación Telefónica, Francisco Serrano, que surge en respuesta a un llamamiento del Gobierno para que las grandes empresas pusieran en marcha programas de adquisición de obras de arte. Telefónica se centró en el cubismo por la conexión de la compañía con las tecnologías, y acertó. Cubismo no es más que una respuesta a un tiempo que empezaba a correr velozmente.
Pero, además, esta colección de más de cuarenta piezas aporta datos valiosísimos al debate académico: sitúa al cubismo como un movimiento de largo aliento que, aunque iniciado por Picasso y Braque, tiene una continuación e influencia futuras, y matices que le hacen aún más rico. Aquí la aportación de Juan Gris es fundamental, como así queda plasmado en la exposición comisariada por Eugenio Carmona. Lo explica con una anécdota de Manuel de Falla –un compositor que puede parecer sólo un nacionalista folclórico, pero que fue mucho más– cuando recomienda ir a París para ver ese arte verdaderamente revolucionario. Tan revolucionario que comprende la tradición, la entiende y la utiliza, y también a la naturaleza que introduce en el cuadro, y el color. La aportación de Gris es clave porque «evoca a la naturaleza», a diferencia de Picasso y Braque y el «placer de los sentidos». «La pintura tenía que ser como la música, un placer puro, y su poesía debe estar en lo que llamó las rimas plásticas», explica Carmona.
Un cuadro de Juan Gris abre la exposición, «Fenêtres aux collines» (1923), le siguen los collages, las nuevas herramientas de la tecnología y las fotografías del argentino Horacio Coppola, que recoge del cubismo una lección: una fotografía no sólo es un doble de la realidad, sino una obra con sentido propio. Coppola se casó luego con una fotógrafa de la Bauhaus y trabajó con ellos. Dato importante en la lectura que del movimiento hace la colección Telefónica, además de la conexión con Latinoamérica. Algo más que un accidente geográfico: es lo que le añade una visión poética y profundidad. Sobre todo a través de Vicente Huidobro, del que se muestra un dibujo que argumenta que él mismo, a través del creacionismo, era un artista que estaba detrás del cubismo.
Luz tenue
Los vínculos son todavía más extensos: Le Corbusier le dedica el primer número de su revista «L'Esprit nouveau» a Juan Gris. Ése es el momento en el que el pintor español cambia su nombre y adopta el de Gris, decisión que contradice con el uso de un color luminoso muy poco habitual en la paleta monocorde e industrial de sus compañeros Picasso y Braque. La exposición se divide en tres salas con paredes pintadas en los tonos utilizados por Juan Gris y con una luz tenue, a la manera de la época, en la que se exhiben, por orden, collages, la nueva vida del cubismo, desde 1916 a 1924, y, por último, las nuevas geografías que abre el cubismo a través de la fotografía y de otros artistas que matizan la ortodoxia iniciada por Braque y por Picasso.
El cubismo fue más que Picasso, al que no le gustaba que le preguntaran por sus lecturas, a diferencia de Juan Gris, de manera especial, a Albert Gleizes y Jean Metzinger, dos pintores que leían a Bergson, seguían los avances de las matemáticas y de la física e incluso tenían experiencias espirituales a través del cristianismo y algo de actitud hippie. Estos dos pintores, junto a Valmier, Andre Lhote, Torres-García, Rego Monteiro, Maria Blanchard o Barradas aseguran la continuidad del cubismo. Recuerda Eugenio Carmona que cuando el MoMA se creó, su director, Alfred H. Barr, diseñó un esquema de cómo los movimientos artísticos estaban relacionados entre sí con una exposición premonitoria en el año 1936: «Cubismo y arte abstracto». Y siguiendo en Estados Unidos, Robert Rosenblum añadió que el cubismo era el «eje referencial del siglo XX». Años más tarde, Clement Greenberg publicó «Cubismo y collage» (1939), en el que mantenía que las obras de Gris eran de otra «dimensión». Pero nada de lo sucedido hubiera sido posible sin el marchante Henry Kahnweiler, que compró las obras de Picasso, Braque y Gris y las vendió en Europa y EE UU, escribió sobre ellos y defendió sus ideas, situándolas en primera línea del arte del siglo XX.
La exposición que ahora se ve en Pekín cierra una itinerancia en la que ha visitado las capitales más importantes de Latinoamérica, donde se ha reencontrado con una de las raíces de la colección, con nombres como los de Huidobro, Torres-García y Xul Solar.
Un paso más allá
Ahora cierra en Pekín este largo periplo, aunque no para siempre, en un país en el que Telefónica desarrolla importantes negocios a través de la alianza estratégica que mantiene con China Unicom –la tercera del país con 300 millones de clientes–, sociedad en la que participa con el 8,37 por ciento. César Alierta, presidente de Telefónica, que asistió ayer a la inauguración de la muestra «Tiempo de cubismo» junto al responsable de China Unicom, habló de que la exposición «simboliza que esta alianza va más allá».
Artistas globales
Latinoamericanos como Rafael Barradas, Torres-Garcia o Xul Solar participaron del cubismo en versiones matizadas pero claras. El caso de la obra que se expone de Xul Solar está a medio camino entre el cubismo y el expresionismo, pero «esa duda nos invitó a comprarla porque quería decir que estaba en el debate», explica Eugenio Carmona. Pero tambien está Manuel Ángeles Ortiz, Celso Lagar, Joaquín Peinado, incluso Vazquez Díaz. También hubo mujeres, como la rusa Natalia Goncharova, Alexandra Exter y Maria Blanchard, que pueden tener algo en común: «Las mujeres huyen del dogma». «Ahora sería imposible hacer una colección como ésta por la enorme demanda de obra cubista, sobre todo en EE UU», dice Carmona, quien recordó la aportación a este debate del desaparecido José Luis Brea, que junto a él y a María Corral estuvieron en la commission.
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