Déficit autonómico

Soufflé andaluz por Santiago Talaya

La Razón
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Nunca un tres por ciento había sido tan polémico. Habría que remontarse a 2003, cuando el entonces presidente catalán Pascual Maragall deslizó aquella bífida frase de que el problema de Convergencia i Unió habían sido «sus tres por ciento». La Fiscalía no quiso saber de matemáticas y el soufflé catalán siguió triunfando en el reino del pasteleo. Y añado: qué pensaría hoy Maragall si se enterase de que en la tramitación de los ERE la Junta de Andalucía podría haber abonado comisiones superiores al veinte por ciento. Pero volvamos al tres por ciento, una cifra en cuyo entorno muy probablemente nuestra comunidad cerrará su déficit público de 2011. Al menos así lo reconoció –«calculo yo»– el pasado jueves en Onda Cero la consejera de Hacienda Aguayo para mayor incredulidad de este periodista que la había llamado y que había escuchado un día antes al presidente Griñán hablar de una cifra superior al 1,4. Es cierto que, lingüísticamente, el presidente y su consejera no se han contradicho. Sin embargo, políticamente, quedó en evidencia la estrategia zorruna del primero de jugar al despiste con el que se presume ha debido ser un nefasto –o irresponsable– segundo semestre presupuestario, el cual deja además al borde del abismo los presupuestos de la Junta de 2012 que de manera inopinada han crecido más del uno por ciento. Ahora bien, admitiendo el juego que estas discordancias proporcionan a dos meses de unas elecciones, tampoco se observan razones para que el Partido Popular pueda sacar excesivo pecho. Muchos de los ayuntamientos y autonomías que gobiernan los populares son ejemplo de ruinosa gestión y al fin y al cabo la deuda andaluza, si bien ha crecido exponencialmente, sigue por debajo de la media. Este soufflé andaluz figurará sin duda en el menú preparado para el encuentro de este miércoles entre la consejera Aguayo y el ministro Montoro pero la sensatez no debería situarlo como plato principal. Por cierto, ambos llegan tocados. La primera, por su tecnocrática sinceridad. Y Montoro porque en su propio partido no soportan que no provenga de la pata de Adam Smith.