Relación España/Venezuela

Ejercicio de respeto por Leo Wieland

La Razón
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El día en el que José Luis Rodríguez Zapatero salió de la nevera de la historia fue tremendamente caluroso. Además, en la ciudad de Santa Teresa le esperaba uno de los cardenales más conservadores de la Iglesia. En una gran pancarta colocada en la fachada del auditorio aparecían sendas fotografías de Antonio Cañizares y del ex presidente, serios como boxeadores antes del combate. Se trataba de la primera aparición pública del ciudadano Zapatero tras dejar de ser presidente. El tema del debate, organizado por la Universidad Católica de Ávila y el diario conservador LA RAZÓN, era «El Humanismo en el siglo XXI». La conversación trataría de la crisis económica y de los valores y opiniones de un declarado laicista en contraposición a los de el cardenal prefecto para la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos. Sin embargo, los contendientes no estaban solos. Eran, como rápidamente se puso de manifiesto, representantes de instancias más altas. El «pequeño Ratzinger», como se apoda a veces a Cañizares, citó en primer lugar al gran Ratzinger y el socialista, rápidamente, a su ídolo Jürgen Habermas. Así, los asistentes disfrutaron de una especie de repetición del célebre debate entre Benedicto XVI y el filósofo alemán sobre la relación entre humanismo, derechos humanos, fe, democracia, libertad y, además, una aportación personal de Zapatero: las razonables fronteras existentes entre Iglesia y Estado. Pero en realidad no se trataba de qué se decía sino de cómo se decía. Algunos de los asistentes que se sentaban en las últimas filas no pudieron olvidar la herencia de deuda y paro que el anterior presidente dejó a su sucesor Mariano Rajoy. Otros criticaron el uso partidista que Zapatero realizó del fantasma de las «dos Españas». Semejantes lindezas, sin embargo, no fueron aireadas a la sombra de Ratzinger y Habermas. Más bien, el cardenal y su antigua némesis se dieron el uno al otro continuas muestras de respeto y, como Zapatero llegó a asegurar, incluso de «afecto». Y así pudo el ex presidente dejar el escenario con la cabeza incluso un poco más alta de lo que la tenía cuando entró.

 

Leo Wieland
Corresponsal en España del «Frankfurter Allgemeine Zeitung»