Sevilla

OPINIÓN: Que se acabe

La Razón
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Cuando arribé a esta santa tierra, me perdí en las indicaciones de unos autobuses que debían trasladarme en la Encarnación y a cambio me abandonaron en la desolada Ponce de León. Porque la otra plaza sólo era un agujero, reconvertido en mercado y soporte de gigantescas sombrillas. Hasta con los andamios está mejor que entonces, cuando me producía cierta desazón de posguerra ignota. Hubo muchas posibilidades y se escogió la imposible; ha habido muchas fechas y está por llegar la definitiva. Por el camino, un reguero de «olvidos» –aparcamiento subterráneo, estación de metro, parada de tranvía y oiga, las células fotovoltaicas, que a éstas sí obliga la Ley– y la sensación del engaño constante. Ya sólo quiero, como Urbanismo, que acabe. Que dejen de distraer con expectativas ficticias y se traigan el último madero finlandés con cobertura alemana. Cuando por fin ocurra merodearé por las inmediaciones del Metropol. Repasaré minuciosamente los acabados y me cercioraré de que la cosa no sucumba a la que los termómetros se pongan cincuentones. No me fío de la UTE Monteseirín-Sacyr, creadora de la teoría de la obra pública –«el presupuesto ni se rebaja ni se cierra sino que se engorda»–. Se deben muchos favores y la «estrella» de la campaña electoral debe comparecer sea cual sea su estado en el mes de las flores. A no ser que el alcalde piense en jugarle la penúltima a su partido.