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A dos velas
Nos van a subir la tarifa de la luz de un modo morrocotudo, lo que viene a significar que se nos presenta un futuro de lo más oscuro. Un tiempo de ardiente negrura donde no nos va a quedar otro remedio que dar palos de ciego y sentirnos un poco de vuelta a las cavernas, venerando el fuego, echando nuestras miserias a la hoguera, a dos velas. ¿Olvidaremos nuestros pasados siglos de las luces para volver a la edad de las tinieblas? Lo malo de estas medidas que impone este gobierno oscurantista con sus recibos de vértigo no es sólo el estacazo que le da al personal en el bolsillo, sino lo que tiene en sí de siniestro simbolismo, como un apagón de ilusiones, un deprimente tembleque y un velo que cae sobre cualquier mirada optimista.
¿Aprenderemos a caminar entre sombras, a agruparnos alrededor de una bombillita de bajo consumo, a renunciar a los baños calientes, a apagar la fiesta de los electrodomésticos o a pinchar el cable de suministro de los vecinos? O lo que puede ser más tremendo, ¿podremos vivir si de pronto, por necesidades de ahorro, nos quedamos sin televisión? Eso podría llevar a la revolución con el gentío en las calles armado de antenas afiladas y teas. O tal vez todo sean falsas alarmas, porque la peña tragará como siempre y se sacudirá la faltriquera con tal de que no le quiten la corriente.
Lo gracioso es que después de unos años presumiendo de país de vanguardia en las energías alternativas resulta que seguimos a merced del petróleo y ahora hasta se habla de volver a tirar del carbón. Por lo menos se podían ahorrar tanto anuncio cursi con molinitos de viento y campos fotovoltaicos bajo un sol que se esconde. Mientras la luz se retrae como un bien caro y escaso. Sin que los internautas reclamen el derecho para descargarla de forma gratuita. Pienso que algo de penumbra no les vendría mal a esas estrellas, tipo Obregón, Thyssen, Esteban, Lomana y tantas otras, a las que los focos les sientan tan mal al desvelar sus rostros manipulados, pues hay iluminaciones muy traicioneras para las mujeres con ambición de resplandor, lo mismo que hay ideas luminosas de mucho peligro para políticos con escasas luces. En todo caso, lo mejor sería hacerle el boicot a las compañías eléctricas y fabricarnos nuestra propia energía instalando en casa una dinamo con pedales y poniendo a la suegra o a los niños a sacar voltios como quien sube el Tourmalet. Cargando las baterías para seguir al menos viendo el «Sálvame», y luego, como siempre, que el último apague la luz.
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