Déficit público
Poco café o mala leche por J A Gundín
O el café se acaba o la leche se agría. Pero del recuelo con el que hace 30 años se desayunó el Estado de las autonomías asoman unos posos amargos que el CIS acaba de leer con un veredicto sorprendente: el 40% de los españoles ya no cree en las autonomías o cree muy poco. El porcentaje es apabullante y con tendencia al alza. Con mucho menos, Artur Mas exige un referéndum. Diez puntos más abajo se sitúan los partidarios de seguir con el café para todos y mojando lo que quede de la madalena, que es bien poco. De este vuelco en la opinión pública tan revelador cabe sacar varias conclusiones, entre ellas que la crisis económica, como las enfermedades graves, pone todo patas arriba y obliga a replantearse la vida, la escala de valores y las prioridades. Lo que ayer parecía bueno o plausible se revela hoy ruinoso o superfluo. Sólo lo útil y lo necesario aguantan el vendaval y permanecen como garantía de supervivencia. No parece que las autonomías pertenezcan a esta última categoría moral. Muchos ciudadanos las tienen por un lujo prescindible en época de penurias porque no les aporta un valor añadido ni les ofrece credibilidad; al contrario, las ven como un dispendio y una rémora. Pese a sus 30 años, las autonomías no han echado raíces y sus gobernantes, demasiado propensos a adornarse con las plumas de virrey, han caído en el descrédito; tan baja es su estima que si alguno hubiera dispuesto a devolver el cetro a Madrid, podría ser aclamado si no como santo, sí como mártir. Tal vez no sea más que otro movimiento pendular de la España invertebrada, pero lo cierto es que el Estado autonómico se está diluyendo entre el ataque de los nacionalistas y el hartazgo del 40% de los españoles. Nada extraordinario, por otra parte, en una nación que lleva más de mil quinientos años reinventándose. Con o sin café.
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