Trípoli

El Ejército intenta frenar la espiral de violencia

Advierte de que «el destino de la nación está en juego». Siete personas mueren en el tercer día de altercados

despliegue militar. El Ejército libanés intenta frenar la violencia en Beirut y Trípoli con una operación de seguridad
despliegue militar. El Ejército libanés intenta frenar la violencia en Beirut y Trípoli con una operación de seguridadlarazon

La Prensa libanesa trata el atentado del viernes –que acabó con la vida del hombre más importante de la Inteligencia interna del país, el general Wissam Hasan– como «el ataque más desestabilizador en Líbano desde 2005», cuando tuvo lugar el crimen contra el ex primer ministro Rafic Hariri. «Es probable que esto sea el principio de más asesinatos, bombas y otros problemas», explicaba Sarkis Naoum, experto en Siria a «The Daily Star». «Puede que estemos entrando en un ciclo muy peligroso. Cualquier cosa puede pasar», reconoce Naoum. Lo cierto es que ayer la violencia sectaria se desató en el norte de Líbano y en el sur de Beirut. Los choques entre chiíes y suníes se cobraron la vida de al menos siete personas, principalmente en Trípoli, y en otros distritos de mayoría suní. Hasan, suní y públicamente antisirio, había decidido investigar el asesinato de Hariri y en la oposición suní culpan a Damasco de estar detrás de su atentado. Como dijo el parlamentario de 14 de Marzo, Nuhad Mashnouq, «Hasan tenía un enemigo: Bachar al Asad».

Para Naoum, «Líbano ha entrado en la guerra siria. Una parte está en el bando del régimen de Asad y la otra en contra». De hecho, el grupo chií Hizbulá es uno de los socios con los que todavía cuenta el presidente sirio, alauí (una rama del chiísmo), mientras que los suníes, al igual que los países del Golfo y Turquía apoyan a los rebeldes (suníes). El sectarismo del conflicto sirio ha traspasado las fronteras.

Como ejemplo, las escenas que llegaron ayer desde Trípoli. El barrio de Tabaneh, de mayoría suní, y el distrito de Jebel Mohsen, alauí, intercambiaron tiros y proyectiles. Seis personas murieron y unas 50 resultaron heridas. Entre los fallecidos está una niña de 9 años, que fue alcanzada por los tiros de un francotirador. También en Beirut, los enfrentamientos se produjeron en el límite de un barrio suní, Tariq al Jadida, con un suburbio chií. Según Reuters, los soldados mataron a un hombre armado que provenía de un campo de refugiados palestino, que previamente los había atacado. El Ejército libanés emitió un comunicado en el que señalaba que en las últimas horas quedaba claro que en algunas zonas «el nivel de tensión está aumentando a niveles sin precedentes». «Pedimos a todos los líderes políticos que mantengan la prudencia a la hora de expresar sus opiniones porque la suerte del país está en ello».

Lo cierto es que tras el atentado del viernes, la oposición pidió la cabeza del primer ministro, Najib Mikati, por fallar en proveer seguridad, pero sobre todo por no dar una respuesta contundente al asesinato de Hasan. Critican a Mikati por ser demasiado laxo tanto con Damasco como con Irán. La crisis política también se ha abierto, pues en estos momentos el presidente, Michel Suleiman, todavía no ha aceptado la dimisión de Mikati, ya que teme que el país se deslice hacia el caos.