Murcia
Exámenes por Luis Emilio Pascual
Es tiempo de exámenes. Nuestros políticos se examinan hoy ante las urnas en las Elecciones al Parlamento y al Senado. También los alumnos universitarios esperan que estos días les sean propicios y puedan «quitarse» alguna de las asignaturas pendientes; una oportunidad que el sistema educativo les ofrece. Pero hay otro examen -diario- que se me antoja más importante.
Nos lo enseñaron desde pequeños, y se realiza cuando concluye el día: es el «examen de conciencia». Necesario para reconocer el error y las equivocaciones en mis actos puede ser camino previo a la reconciliación sacramental, pero también es útil para comprobar, y en su caso aceptar, que el día que acaba ha sido una oportunidad ganada en muchos aspectos -obras de caridad, aciertos en las relaciones o en el trabajo, experiencias positivas vividas que me han ayudado a crecer...-, o bien una oportunidad perdida en otros muchos casos -desencuentros, enemistades, errores, fracasos…-. Lo interesante es que, bien empleado, este examen nos debe conducir a la superación, a desear que el día que comenzará mañana sea mejor.
Pero todavía queda un examen que superar, el más importante, en el que nos jugamos nuestro propio fin, el destino eterno, y que no será decidido arbitrariamente, sino que será consecuencia de nuestros actos: felicidad y resurrección con Cristo, si hemos vivido según las pautas del evangelio; o la lejanía de Dios, el sufrimiento y la infelicidad, si no lo hicimos. Juan de la Cruz afirmaba que «al atardecer de la vida seremos examinado en el amor».
Hoy es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, y último domingo del Año Litúrgico. ¡Cuántas veces dijo Jesús a los discípulos que la razón de ser del amor era servir a los hermanos!: «No he venido a ser servido, sino a servir», «No hay mayor amor que dar la vida por los amigos», «El que quiera ser el primero, el jefe, sea el último, el servidor de todos»… Hoy, para culminar todas estas enseñanzas, el evangelio de Mateo presenta el día glorioso de la vuelta del Señor como juez de las naciones y de cada uno de nosotros, según nuestro comportamiento con el hermano necesitado, con el que el mismo Jesucristo se identifica -«conmigo lo hicisteis…»-. ¿Has servido a tu hermano? ¿Estuviste atento, solícito, ante sus carencias? Ésta será «la pregunta del examen final». «Estuve desnudo o enfermo, fui prisionero, tuve hambre, tuve sed, fui extranjero… y me socorriste, y te hiciste cercano, y te encontré… y en ti encontré al Amor». Así nos reconocerán ante Jesucristo los que aquí ayudamos; o, al contrario, nos dejarán en evidencia porque no lo hicimos.
Todo examen es tiempo de prueba y comienzo de una nueva etapa, en función de cómo hayan sido los resultados. Aprovechemos esta última semana del año para hacer una seria evaluación y así disponernos a comenzar, en el ya cercano Adviento, un nuevo Tiempo de Esperanza.
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