Feria de San Fermín

Miguel Abellán herido a traición

Las Ventas (Madrid). Cuarta de la Feria del Aniversario. Se lidiaron toros de La Palmosilla, el 2º, manejable por el derecho; el 3º, irregular en las embestidas; el 4º, bueno; el 5º, muy flojo; uno de Mari Carmen Camacho (1º), paradísimo, y otro sobrero de El Torero (6º), deslucido. Dos tercios de entrada. Miguel Abellán, de blanco y plata, dos pinchazos, herido, descabello de El Fandi (silencio). El Fandi,de grana y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos con división); estocada (aplausos); estocada, descabello (silencio). Daniel Luque, de hueso y oro, estocada, aviso, descabello (silencio); metisaca, bajonazo (silencio). Parte médico de Miguel Abellán: «Herida contusa por asta de toro en labio inferior que provoca destrozos en músculo orbicular y avulsión de piezas dentales. Ligera conmoción cerebral». Pronóstico «reservado».

Miguel Abellán, herido por el primero de la tarde
Miguel Abellán, herido por el primero de la tardelarazon

La faena había pasado en las antípodas del bochorno de la tarde. Silencio en los tendidos. Ni un aplauso de más ni una bocanada de ánimo. Abría festejo un remiendo de Maricarmen Camacho que tras pasar por el caballo en demasía no quiso saber nada del engaño. Qué desánimo. Todavía no sabíamos lo que nos esperaba. En el toreo la tragedia ronda a la media vuelta, en el momento más inoportuno. Miguel Abellán volvió a Madrid ayer como en los viejos tiempos, de blanco y plata, rejuveneciendo su temporada de novillero, pero casi trece años después de tomar la alternativa. Perdón número maldito, doce más uno. Como nada había que rascar en esa faena de cites y cites sin recibir nada a cambio se fue Abellán a por la espada. Cruzó una vez, pinchazo. Desánimo, no, en él estábamos. Al siguiente, justo al salir del embroque, no en la suerte, sino a la salida, estiró el cuello el toro, tiró un hachazo y enganchó a Abellán en la cara. Imágenes terribles que nos arrastran a la memoria los peores recuerdos en décimas de segundos. Le había metido el pitón por el labio y arrancado piezas dentales en ese segundo en el que se define todo. La suerte suprema, definitoria, tétrica... A Abellán se lo llevaron a la enfermería mientras la congoja quedó en la plaza no tanto por lo que vimos si no por lo que intuíamos que podía llevar el torero. Las suposiciones se dispararon plaza arriba y abajo. Rumores incontrolables que irían escupiendo poco a poco después desde la enfermería.

Herido Abellán la tarde quedó en un mano a mano improvisado con tres toros para El Fandi y dos para Daniel Luque, lo previsto. No fue una tarde para volverse loca, aunque la gente se divirtió en los tercios de banderillas de El Fandi, sobre todo con el segundo y el sexto, los más lucidos. En cambio, el toro de más calidad fue el cuarto. No rechistó el animal en las mil y una acometidas que hizo a la muleta de El Fandi, que estuvo voluntarioso aunque no llegó a cuajar al toro. En el sexto, sobrero de El Torero, puso a la gente en pie con los palos, hasta cuatro pares buenos. El último, por los adentros, y el público gozando el vacío anterior. Soberbio en el control de los terrenos y en la ejecución. De ese clamor pasamos a una faena de trámite ante un toro de media arrancada que sabía que algo quedaba detrás. Otra cosa había sido el segundo, de La Palmosilla, muy noble por el derecho aunque salía del envite sin humillar.

Muy desigual le quedó a Luque la faena al tercero, terciado de cara, que reponía y quería ir al engaño quizá más de lo que podía. Pareció que la faena despegaría en alguna ocasión, pero no acabó de encontrar la vía de escape, aunque se la trabajó. Con el quinto, en la infernal línea de la flojera, fue imposible.

La aparatosa cornada de Miguel Abellán seguía de boca en boca al acabar el festejo.