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Egipto militar

La Razón
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El Ejército, al mando del mariscal de campo Mohamed Husein Tantawi, sostiene el poder en Egipto, como ha sido siempre en su historia contemporánea. Desde miles de años antes de Cristo, los egipcios ignoran las libertades civiles y ni Alejandro ni César impusieron, siquiera, la elitista y recortada democracia grecoromana. Derrocado el rey Faruk, el país fue regido por el coronel Naguib, el coronel Nasser, y los generales Anuar el Sadat y Hosni Mubarak: todos rais, Fhürer, Duce, Caudillo, Jefe. Sus partidos dominantes (como el tunecino de Ben Ali) acaban de ser dados de baja en la Internacional Socialista, en un espectacular y apresurado ejercicio de cinismo.

Tahrir no es la Revolución francesa ni el cañonazo del «Aurora» contra el Palacio de Invierno. Mubarak no es un catedrático de Filosofía, sino un piloto de combate, y ha dejado el bastón de mando donde siempre estuvo.

El egipcio es el Ejército más poderoso de África ( excepto para Israel), fabrica con licencia norteamericana sus propios carros «Abrahams», los mejores del mundo, vuela los cazabombardeos «F-16», dispone de dos satélites espía, y mantiene casi un millón de hombres en armas –entre tropas, paramilitares y parapoliciales–, gozadores de estatus, influencia y sinecuras. Ésos no son los egipcios que viven con dos dólares diarios. Constituyen un torpe elefante que se come los recursos del país. Si estos incompetentes y corruptos privilegiados van a ser los garantes de la transición política egipcia, más valdrá que salgan por el registro turco de Kemal Ataturk y erijan, al menos, un Estado moderno y laico. Lo que no van a hacer es retirarse a los cuarteles.