Grecia

A tomar la calle por José Antonio Vera

La Razón
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No es la mejor de las estrategias la de tomar la calle. Quien juega con fuego se acaba quemando, y escenarios como los de Grecia no son los más recomendables. Es evidente que los sindicatos, la oposición, las organizaciones sociales y cualquiera en general puede manifestar en público su discrepancia con la acción de Gobierno, sea del tipo que sea. Es un derecho sagrado que ampara la Constitución y es extensivo a todos, pero en ningún caso se puede confundir con la violencia pública, los desórdenes y ataques a las Fuerzas de Seguridad o la coacción a aquellas personas que no quieren participar en actos de este tipo.
Las manifestaciones del domingo fueron en general ejemplares desde el punto de vista del comportamiento de quienes salieron a la calle. Protestaron, gritaron, exhibieron sus pancartas y expresaron su desacuerdo con la reforma laboral. Si se exceptúa la anécdota mostrenca del líder sindical madrileño, que exhortaba a sus compañeros a la lucha callejera al grito de «y ahora, a tomar cerveza», todo lo demás entró dentro de lo que se puede considerar normal en una jornada de este tipo, si hacemos abstracción de los escarceos con tinte agresivo del colectivo «yo no pago», heredero del 15-M.
Los sindicatos no deberían cometer el error de extremar la presión llegando a situaciones límite que convendría evitar. Cabe protestar en la calle, pero el objetivo de las organizaciones debería ser negociar. El Ejecutivo les permitió hacerlo durante dos meses sin que al final lograran pacto alguno. Si no hay acuerdo, el Gobierno ha de gobernar, pues para eso le votaron los españoles.
El escenario anterior nos llevó a tener más de cinco millones de parados, con políticas fracasadas de las que fueron corresponsables los sindicatos. ¿Por qué no dar la oportunidad a una política diferente?