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Los liberados salen a la calle
Varios miles de manifestantes, liberados sindicales en su gran mayoría, salieron ayer a la calle con profusión de banderas republicanas para protestar contra la reforma laboral del Gobierno. La demostración sindical no se habría distinguido de cualquier otra que suele rematarse los domingos por la mañana con unas cañas de cerveza y unos pinchos de tortilla de no haber mediado dos circunstancias poco corrientes: que coincidía con el octavo aniversario de la matanza del 11-M, el mayor atentado terrorista perpetrado en España, y que se ha utilizado como precalentamiento de la huelga general del próximo día 29. Lo más penoso ha sido, sin duda, la burda utilización política que se ha hecho de las víctimas del atentado terrorista, a la que se ha prestado de modo incomprensible la presidenta de una asociación. Con su actitud indigna, los sindicalistas no sólo despreciaron el acto institucional que cada año organizan las propias asociaciones, sino que han manipulado los sentimientos de las familias al mezclarlos con reivindicaciones sindicales y políticas. Pero nada más triste y patético que el manifiesto leído por la representante de una asociación, Pilar Manjón, poniendo a las víctimas al servicio de la política y de los intereses partidistas. Precisamente para evitar este espectáculo degradante, los dirigentes de CC OO y UGT debieron haber convocado la manifestación para otra fecha, sobre todo después de haber acordado una huelga general para dentro de tan sólo 18 días. Pero si no lo hicieron fue porque se trataba de una acto político contra el Gobierno de Rajoy en el que todo valía, desde la manipulación del dolor ajeno al insulto y la amenaza, como los proferidos ayer contra el ex presidente Aznar remedando la vieja estética del «No a la guerra» que tantos réditos electorales le procuró al PSOE. Precisamente el partido que a duras penas lidera Pérez Rubalcaba protagonizó ayer un desaire a las víctimas de muy difícil justificación: no asistió al acto oficial de las asociaciones, pero sí a la marcha sindical. Parece ser que para los dirigentes socialistas hay dos clases de víctimas: las que hacen de comparsas en sus manifestaciones y todas las demás. Debería imitar, al menos en esto, al Gobierno de Rajoy, que ayer estuvo presente en los dos homenajes paralelos. Por lo demás, la demostración sindical de ayer ofreció en Madrid y en las demás capitales de provincia la misma imagen: miles de liberados sindicales (se calcula que hay unos 70.000, aunque la cifra exacta es un enigma celosamente guardado por las centrales) que, para justificar el sueldo que reciben sin necesidad de trabajar como cualquier obrero, desempolvan sus pancartas y se hacen acompañar por la familia. Ayer, más que a unos manifestantes preocupados por los parados lo que se vio fue a burócratas defendiendo su estatus.
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