Conciliación
«En cualquier momento nos cortan la luz»
La situación es límite para muchas familias españolas. El paro hace que encima de la mesa se acumulen las facturas y los recibos de meses pasados. Cipriano lo sufre a diario en sus propias carnes. Este valenciano, sin trabajo, soporta la presión de tener que sacar adelante a su familia, numerosa y con unos ingresos que escasean pues apenas recibe 400 euros de paro. Su mujer, María, se encuentra en la misma situación que él tras haber sido despedida de una empresa de fabricación de bolsas de plástico. Viven en el domicilio familiar con sus cuatro hijos, de los cuales dos están en edad de trabajar y otros tantos son menores y van al colegio. El único que da un impulso monetario en casa es el mayor, de 25 años, que tiene un trabajo a media jornada realizando el mantenimiento de piscinas y aporta 600 euros mensuales. «Si no fuera por él, no sé qué haríamos, sería imposible hacer frente a todo», señala. No obstante, esos ingresos se presuponen irrisorios para todas las bocas que hay que alimentar.
«Ahora mismo veo el panorama bastante mal, muy complidado», reconoce el propio Cipriano. Lleva desde 2005, cuando le echaron de una empresa de aire acondicionado, sin un empleo fijo. En estos últimos seis años ha encadenado pequeños trabajos temporales, el último de ellos en el mantenimiento de la Copa América de vela. Ahora admite que hace pequeñas chapuzas de andar por casa como «cambiar alguna cerradura de una puerta o arreglar algún enchufe» con las que se saca una pequeña ayuda. En eso se ha convertido su vida desde hace mucho tiempo, en ir rascando de un lado y de otro, de administrar con mimo y austeridad sus reducidos recursos.
A pesar de que se aprieta el cinturón más de lo normal, el saldo a final de mes es negativo. «Lo pasamos muy mal», comenta con voz de apuro. Sus gastos, tras seguir una política austera, superan los 1.200 euros y sus ingresos no llegan a dicha cantidad. Está en juego su casa, con una hipoteca que asciende a 479 euros mensuales, y los recibos de tres meses de luz están en su poder, con el consiguiente riesgo de que un día se levanten de la cama y, al encender la lámpara de la mesilla de noche, comprueben que les han cortado la luz. Con todos estos condicionantes, Cipriano ve el futuro bastante negro: «En un principio quieres ser positivo, pero son muchos años en esta situación y no puedes ser optimista». Además, según él mismo reconoce, cuenta con el hándicap de la edad: «Tanto mi mujer como yo tenemos 53 años y, lejos de verse como un grado más de experiencia y madurez, se percibe como un problema y un lastre».
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