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Ladrones de ida y vuelta por Francisco Pérez Abellán
Los primeros que cometían el crimen y se iban fueron los sicarios, que venían de fuera con billete de ida y vuelta, mataban y se iban a pedir perdón a la Virgen de los Sicarios.
Aquella frenética actividad duró hasta que las necesidades del mercado hicieron que abrieran oficina aquí, con lo que dejaron el turismo de «low cost» y se pasaron a la franquicia anunciándose en internet como solucionadores de conflictos.
La desaparición de fronteras, la mejora de los medios de transporte y el crecimiento de la Unión Europea, convirtió a los ladrones y atracadores en ciudadanos del mundo, que no tienen que pasar aduana. Acaban de capturar a una banda de ladrones rumanos que venían regularmente en viajes programados a robar.
Llegaban como turistas, lo que hacían algunos españoles por motivos más nobles, en París, hace cincuenta años, y se quedaban a trabajar sin tener aquí domicilio, ni propiedades.
Lo traían todo planeado: el lugar del atraco, un supermercado de marca muy famosa, donde conocían los hábitos de la seguridad, y desconectaban las alarmas, limpiaban el lugar y cada mochuelo, a su olivo, por tierra, mar o aire. Fueron detectados en septiembre, pero hasta mucho más tarde no se dieron cuenta de que venían directamente a atracar.
Vacaciones delictivas
Justo lo que al otro extremo de la escala social hacían «Los Panteras Rosas», una banda de atracadores de cuello blanco que tenían doblada la milla de oro de Mónaco, la Costa Azul, París y Madrid. «Los Panteras» se trabajaban la línea exclusiva –Dior, Chanel, Cartier–, la marca de capricho, y la turba rumana, el supermecado de descuento.
Tenían preseleccionado el ataque a establecimientos, siempre de la misma marca comercial, porque le habían cogido el truco de dónde ponían las cámaras de seguridad y sus respectivas grabadoras.
Birlaban la grabación, cortaban el teléfono y abrían las cajas con sierras radiales. Vaciaban los caudales y facturaban los dineros a través de agencias para que no pudieran pillarles con el «marrón» encima. Es una técnica parecida a lo que hacen los carteristas que se pasan el «burro», la cartera, en cuanto la roban.
Los sicarios piden que les sirvan una pistola para no tener que dejar huellas por la «pipa de ejecutar», de modo que ofrecen una sustanciosa rebaja si le pones la pistola a pie de obra. Sólo tienen que apretar el gatillo y deshacerse del arma. A algunos les va muy bien.
En casos bien instruidos, son incapaces de encontrar pruebas contra el sicario: cae el cerebro de la operación, el intermediario, pero se salva el ejecutor.
Eso ya revela un alto grado de especialización y en seguida fueron descubiertos como una organización para delinquir.
España es un lugar perfecto para algunos amigos de lo ajeno de la comunidad europea: nuestras fronteras son de mantequilla, las leyes, blanditas y las cárceles, confortables.
Los rumanos delincuentes, por ejemplo, hacen aquí cosas que no se atreven en Rumanía. Vienen como aquellos de «Moon lighting», a trabajar a «la luna de Valencia», diez días de relax en el resort Mediterráneo y regreso a casa para planear el nuevo botín. A la banda del «viaje exprés» se les atribuyen ocho grandes robos en Madrid y Toledo, pero lo preocupante es saber cuántos delincuentes, atracadores y asesinos se han hecho adictos a agencias de viaje.
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