Barajas
El dueño de la furgoneta del atentado de la T-4 estuvo en el maletero tres días
Los acusados denuncian torturas y se quedan «mudos» ante el tribunal
MADRID-Los presuntos etarras Igor Portu, Mattin Sarasola y Mikel San Sebastián, acusados de perpetrar el atentado contra la T-4 de Barajas, en el que fallecieron dos ciudadanos ecuatorianos y resultaron heridas otras 21 personas, optaron ayer por el silencio ante la Sala de la Audiencia que les juzga y sólo hicieron uso de la palabra para denunciar algo habitual en los presos etarras, que habían sufrido torturas tras la detención y llamar «fascista» al Tribunal. La Fiscalía pide 300 años de cárcel para cada uno de ellos.El juicio comenzó con 45 minutos de retraso, debido a que los procesados no estaban en las dependencias de la Audiencia a la hora fijada, las nueve y media de la mañana. Por ello, el Tribunal pidió explicaciones a Instituciones Penitenciarias. Fuentes de este Departamento aseguraron a LA RAZÓN que a las 8:20 horas salieron los procesados de las prisiones de Meco, Navalcarnero y Valdemoro, y que llegaron a la Audiencia a las 9:30, 9:50 y 10:20, respectivamente. Es decir, que la conducción desde la cárcel de Valdemoro a la Audiencia, distante unos 30 kilómetros, tardó exac tamente una hora.Entre los testigos que declararon ayer figuraba el dueño de la furgoneta robada por ETA y posteriormente cargada de explosivos y colocada en la T-4, donde explosionó el 30 de diciembre de 2006, poniendo así fin la banda terrorista a la última tregua.Esa persona, I.L.M., relató cómo la noche del 27 de diciembre cuando iba a cenar dentro de la furgoneta, en la zona de aparcamiento de una estación francesa de esquí, le abordaron tres individuos «con capuchas, vestidos de negro y con pistolas». Uno de ellos, aseguró, «me apuntó», tras lo cual le esposaron y le tumbaron en el interior del vehículo. «Me dijeron que eran de ETA, que estuviese quieto y callado», afirmó.
Se comunicaban con silbidosPosteriormente, abandonaron el lugar, y, en un momento determinado le trasladaron a un coche situado en otro lugar. Ese trayecto lo realizó ya encapuchado. En ese vehículo, los terroristas le volvieron a dejar claras sus intenciones: «Me dijeron que esto no es un juego. Yo sentía la pistola».En ese vehículo, con el tronco metido en el maletero, esposado y con capucha, permaneció tres días. En ningún momento oyó hablar a los etarras entre sí. «Siempre me hablaba una persona. Entre ellos, silbaban». Finalmente, le liberaron el 30 de diciembre, el mismo día del atentado.Por otro lado, también testificaron los ertzainas que atendieron llamadas telefónicas en las que ETA advertía de la colocación de la furgoneta-bomba. «Es una bomba de gran potencia», aseguró el etarra, que, según la acusación, no era otro que Igor Portu.
ANÁLISISLos reclusos mantienen la línea dura- ¿Qué lectura se puede hacer de la actitud de los acusados ?–La negativa a contestar y los insultos al Tribunal demuestran que nada ha cambiado entre los presos de ETA que se mantienen dentro de la disciplina de la banda y que, lamentablemente, son la mayoría.- Mientras Batasuna hace ver que puede llegar a romper con ETA, los reclusos lanzan el mensaje de la dureza. ¿A qué obedece todo esto?–A algo tan antiguo como el juego del bueno y el malo. Batasuna pretende colar, una vez más con trampas, sus candidaturas en las elecciones de 2011. Frente a a la cerrazón de ETA, ofrecen «vías políticas y pacíficas». Pero sólo hasta conseguir los escaños en las instituciones municipales y forales. - Ante esta nueva trampa, ¿qué se debe hacer?–Evitar por todos los medios que se puedan presentar y modificar, si fuera necesario, la legislación vigente para impedirlo.
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