España
La normalidad de la leyenda
Este fin de semana el deporte español ha vivido con una enorme naturalidad, la cuantificación de la propia leyenda. Iker Casillas ha igualado ya a Zubizarreta en un récord, que desde luego, además va a pulverizar en muy poco tiempo: el número de ocasiones, ciento veintiséis concretamente, en las que ha vestido la camiseta de la Selección nacional de fútbol. Lo ha hecho además en el mítico estadio londinense de Wembley, y con una edad –30 años– en la que confirma que se va a convertir en el jugador más internacional del fútbol español en muchas décadas.
Casillas lo ha ganado todo con el Real Madrid y con la Selección española. Todo es todo. Pero quizá lo más significativo no es simplemente lo que ha ganado. Más bien, habrá que tener en cuenta de lo que ha salvado y las derrotas que ha impedido, en el extremo de lo humano, tanto a su equipo como a España. Todos tenemos en la retina ese desvío mágico en la final del Mundial de Sudáfrica cuando evitó que el holandés Robben consiguiera un gol que habría destrozado aquel momento que más tarde se convirtió en la gran gesta del deporte español.
A Casillas le queda todavía cuerda para rato. Mucha cuerda. Pero además sobre este portero todos coinciden: es una gran persona, es un gran capitán sobre el campo y lleva con humildad lo que otros habrían convertido en prepotencia. Casillas ha sabido hacer natural, lo que otros habrían utilizado como un trampolín personal y vanidoso. Es ya el mejor portero de la historia del fútbol español, una evidencia que certifican los datos y los éxitos; quizá por eso, por su fuerza, por sus éxitos y por su extremada naturalidad nos hemos acostumbrado a convivir con un fuera de serie. Y eso es una pena.
Siempre está Casillas. Es el grito unánime de aficionados, de narradores deportivos, de analistas y de comentaristas. Es la seguridad. La solvencia. La constancia. Pero muy especialmente es la certeza de que al final una mano, un pie, un reflejo o un salto de este portero salva cualquier oportunidad de gol del equipo contrario.
Por primera vez en muchos años, los aficionados españoles viven día a día la leyenda del fútbol, lo hacen con mucha naturalidad. La misma que utiliza Casillas cada vez que convierte su clase en parte misma del fútbol. Vayan estas líneas en homenaje a un portero que ya es de leyenda, aunque todavía no la haya completado y que además siendo ya leyenda lo lleva con una enorme sobriedad. La leyenda es grande, pero sí además se hace natural es doblemente grande. Casillas juega en el Madrid, pero Casillas no tiene colores. Su estilo y su hacer son de todos los españoles. Simplemente hay que hacer el esfuerzo de no acostumbrarse. El día en el que Casillas no esté bajo los palos lo notaremos todos. Será una ausencia difícil de cubrir. Lo echaremos de menos. Sin excepción.
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