Betis

Pepe por qué

Pepe por qué
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La voz de su amo

Así los quiere «Mou» y así tiene lo que tiene. Pepe no es más que su prolongación en el campo y lo que permite también el palco.
 

El primer argumento para defender a Pepe me lo regaló mi querido vecino, otro de esos genios con una enorme cultura televisiva: Képler Laveran Lima es igualico al lagarto bueno de «V». Con esa carita de buen chico se presentó el otro día para grabar ese comunicado de disculpas que leyó sin pestañear y a mí me dio un pellizco el corazón. Ahí estaba la criatura diciendo exactamente lo que le dijeron que dijera con el mismo gesto con el que hace sólo unas semanas preparaba sus galletas solidarias para ayudar a los niños del mundo. Pepe, que puede que no sea una lumbrera y que tiene el botón nuclear sin el seguro puesto, ha ido a parar a un vestuario dirigido por un tipo que ha convertido la macarrada en una virtud, en una forma de comportamiento jaleada y aplaudida por aquellos que piensan que lo importante siempre es ganar y que una victoria justifica lo que sea, incluida una pérdida de papeles importante y vergonzante. Pepe podría haber tomado nota después de patear a Casquero, efectivamente. Podría haberlo hecho si hubiera notado una reprobación contundente, un castigo acorde con los principios que aún defienden los abonados más veteranos, abochornados muchos por el estilo que ahora ha impuesto Mourinho y en el que no se reconocen en absoluto. Lejos de enseñarle el camino, el entrenador, el mismo que mete el dedo en un ojo al contrario, ha justificado a su jugador y le ha dado siempre cobertura. Así los quiere «Mou» y así tiene lo que tiene. Pepe no es más que su prolongación en el campo y lo que permite también el palco.

María José Navarro

Error y crimen

Que nadie se engañe: Pepe no está en el disparadero por sus tendencias violentas, sino por su escasa efectividad como sicario.

Es posible que Fouché nunca dijese eso de «es peor que un crimen, es un error», pero la cita ha hecho fortuna porque la incluyó Stefan Zweig en la fantástica biografía del político francés. Y sí, es aplicable al comportamiento de Pepe del pasado miércoles. Porque en el ánimo actual del madridismo, que ahora lo denigra cuando anteayer lo había entronizado como ídolo, hay algo que pesa más que el pisotón (criminal) que le propinó a Messi: el marcaje (erróneo) sobre Puyol en el córner que dio lugar al empate y que, según sentenció el omnisciente Mourinho en sala de prensa, fue la jugada que convirtió en derrota vergonzosa la segura victoria que iba a regalar el genial planteamiento del Napoleón de los banquillos.
Porque el madridista de hoy no lamenta que su equipo se haya convertido en una pandilla de macarras pendencieros. Al contrario, está encantado con ese aire de rebeldía suburbial. Lo que de verdad le molesta a la vikingada es que el Barça, por más patadas que le den, se sigue meando en sus «mous», sus «flos», sus cristianos, su glamour, sus millones y sus varias docenas de Copas de Europas sumadas cuando era un torneo de amiguetes de menor entidad que el Carranza. Que nadie se engañe: Pepe no está en el disparadero por sus tendencias violentas, sino por su escasa efectividad como sicario. El Madrid vendió su alma a un diablo portugués para dejar de tener pesadillas con este Barça sublime y ahora purga la justa penitencia de verse sin alma y sin títulos. Pepe es sólo el brazo ejecutor, el epítome de la impotencia de una institución.

Lucas Haurie