Sao Paulo
El torneo que cambió a Brasil
Mauro Silva recuerda la «horrible» presión que soportó la «canarinha», que terminó jugando con tres medios defensivos, para ganar 24 años después. Maradona dio positivo
MADRID- Desde 1970, Brasil había acumulado un fracaso tras otro en los Mundiales. Selecciones míticas con jugadores míticos como Sócrates o Zico no levantaron el trofeo, pese a desplegar un juego espectacular. Y llegó el Mundial de Estados Unidos, sede polémica por el escaso protagonismo del fútbol en ese país, aunque finalmente fue un éxito: más de tres millones y medio de espectadores, un récord aún no superado. Y llegó Brasil, bajo el intenso calor, casi fuego, insoportable, de aquel verano, dispuesta a terminar con la racha. «Había una presión increíble que aumentaba con cada Mundial. Toda una generación no había visto ganar a Brasil... Era horrible trabajar en esas condiciones», recuerda Mauro Silva, el magnífico centrocampista del Dépor, ahora convertido en un hombre de negocios en Sao Paulo. «Cuando llegamos a Estados Unidos fue un poco más ameno, pero no dejábamos entrar a los periodistas a la concentración», continúa. Las críticas aumentaron por la convocatoria de Carlos Alberto Parreira: en ataque estaban Bebeto y Romario, casi nada, pero casi todo lo que les rodeaba se preocupaba más de defender que de atacar. El «jogo bonito» ya formaba parte del pasado. «En Brasil no estaban acostumbrados a ver a dos mediocentros defensivos (el propio Mauro y Dunga, el ahora seleccionador), pero necesitábamos jugar así por la presión de ganar. Calidad nunca le ha faltado a Brasil, pero sí disciplina táctica, y en el 94 la tuvimos», defiende el ex deportivista.Brasil superó la primera fase derrotando a Rusia (2-0) y Camerún (3-0) y empatando con Suecia (1-1). A partir de ahí la apuesta de Parreira se volvió todavía más radical: Raí desapareció del equipo titular y entró Mazinho, otro medio defensivo, el trivote precursor de la selección actual. «Pero sólo encajamos tres goles en todo el campeonato», dice Mauro. Por el otro lado, llegó Italia de una forma que sólo ella sabe hacerlo, y con el gran Roberto Baggio. Pero el destino le tenía guardada una cruel sorpresa en la final.Llegó el gran día. «Te pasa toda la historia del fútbol por la cabeza», reconoce Mauro. Brasil apareció en un autobús con música, entre risas y bailes, para tranquilizarse. Parreira optó por un discurso emotivo. «Y Ricardo Rocha, el más cachondo del grupo, nos dijo que lo diéramos todo, que saliéramos como los pilotos japoneses, los "kawasaki". "¿Qué? Será los kamikaze?", respondimos. Sí, bueno, eso... Nos moríamos de risa», rememora Mauro. El partido fue aburrido, Romario falló un ocasión clara y Mauro Silva, poco habituado a marcar, tiró al poste. Se llegó a los penaltis por primera y hasta ahora única vez en una final mundialista. «"Otra vez no", pensaba, porque dos meses atrás había perdido la Liga con el Dépor en el penalti de Djukic», relata Mauro. Roberto Baggio, posiblemente el mejor jugador, falló la pena máxima definitiva. Y comenzó la fiesta en Brasil. «La autoestima del país estaba baja, acababa de morir Ayrton Senna, y alegramos a la gente». Así lo vivieron los triunfadores. Entre los perdedores estuvo Maradona, que marcó un gol a Grecia, lo celebró poseído ante la cámara y se despidió de forma triste, con un positivo por efedrina.
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