Kenia

Arturo Casado en «el otro mundo»

Arturo Casado quiere entender su cuerpo de atleta, saber interpretarlo, saber qué señales le manda, y por eso decidió convertirse en keniano durante un mes. «Son los que mejor escuchan su cuerpo. Saben cuándo tienen que ir despacio, deprisa o medio. Se miden muy bien», dice Arturo.

ARTURO CASADO, en cabeza del grupo de atletas perseguido por dos niños en la pista de Iten
ARTURO CASADO, en cabeza del grupo de atletas perseguido por dos niños en la pista de Itenlarazon

En definitiva, son los mejores. El fondista vallecano quería saber el motivo y acudió a comprobarlo. Pasó cuatro semanas en la localidad de Iten, donde la atleta Lornah Kiplagat ha construido un centro de alto rendimiento al que acuden tanto corredores locales como europeos, gran parte de la élite del fondo mundial.

Iten es atletismo, «un pueblecito pequeño de 2.000 habitantes de los que 1.000 son atletas», afirma Casado. «Hay pobreza, pero no es exagerado. Hambre no se pasa. Y me ha llamado la atención que es una cultura muy apoyada en la religión», resume el español, que ha utilizado el mes como una experiencia profesional y personal: «La mayoría de los atletas allí vive del aire, como quien dice. En zonas como Iten o Eldoret, muchos van a casa de un familiar. A lo mejor llevan un saco de patatas como recompensa al tío que les acoge, les ayudan en alguna labor de casa y van a entrenarse sin prácticamente dinero. La comida sale del campo y así viven. Es la forma que tienen de tener una oportunidad en atletismo para poder salir del país, destacar, ser una estrella y volver con dinero».

Por 36 euros al día, Casado ha vivido en el centro de Kiplagat en Iten, sin atascos, sin coche, sin contacto prácticamente con su mundo habitual, salvo para mandar algún «email» a sus padres. Su novia sí estaba con él. «Había una televisión que apenas vimos, conexión a internet que iba lentísima... He desconectado el móvil y he estado a mis anchas», reconoce. Uno de los secretos de Iten es que está a 2.400 metros de altitud, donde te falta el aire y aumenta de forma natural el oxígeno en la sangre: «Era mi primera experiencia en altitud. Al principio te duele un poquito la cabeza. Es una sensación diferente, al correr, se te acelera el pulso rapidísimo y en las cuestas lo pasas mal».

Y cuestas hay muchas, además de una especie de pista de atletismo en el centro. «Pero es de tierra, no de tartán, tiene baches y mide 404 metros, no 400. Aparte, salen 20.000 caminos y todo son cuestas. Los tiempos allí no tienen nada que ver con aquí, los biorritmos suelen ser más lentos por la falta de oxígeno. Si allí te pasas de intensidad no lo asimilas, por eso hay que escuchar a tu cuerpo...», analiza Casado. Sin aparatos tecnológicos, sin tiempos, sólo están las sensaciones. Puro atletismo. Arturo necesitó «cinco o seis días y varias pájaras» para adaptarse. Fue con un plan de trabajo, pero no lo cumplió. Quería ser como un keniano, se unió a un grupo de entrenamiento que le acogió «fenomenal, es gente sencilla», e hizo lo mismo que ellos. La misma comida: «Todo natural, mucha verdura y carbohidratos». La misma preparación: diana a las 6:30, rodar en ayunas algo más de una hora, desayuno, descanso, comida a las 12:30 y a las 16:30 de nuevo a correr y pronto a la cama».

«Son entrenamientos duros, pero también inciden mucho en el descanso», continúa. Ésa es la primera lección que ha sacado: el descanso es tan importante como el esfuerzo: «Aquí los atletas entrenan o descansan. Es otro mundo, no hay actos, entrevistas, cosas que en nuestra sociedad son el día a día». Hay más conclusiones: «Estoy convencido de que genéticamente no hay una gran diferencia entre los kenianos y nosotros. Hay un estudio que demuestra algo, que dice que tienen los gemelos y los sóleos más delgaditos, pero no es definitivo», analiza Arturo. ¿Cuál es entonces la diferencia? «Lo que nosotros llamamos talento o que son mejores genéticamente, para mí es otra cosa: que cuando van a la escuela primaria, de los 4 a los 14 años, hacen una media de 10 kilómetros semanales. Y eso de media, porque algunos hacen 20. Por tanto, la base que tienen es mayor».
Casado volvió de Iten el miércoles con la experiencia y 27 entrevistas para la tesis doctoral que prepara (estudió INEF) sobre el fondo en Kenia.


«Tienes que cambiar para mejorar»
«Nadie te valora un cuarto puesto. La rabia es cuando tú sabes que lo vales, pero no te sale pese a que lo intentas. Entonces tienes que cambiar cosas y tienes que tratar de mejorar de otra forma para demostrar lo que tú vales», así reflexiona Arturo Casado sobre el oro que logró el pasado agosto en el Europeo. Casado cambió y venció. «Hice cambios basados en kenianos y en otros libros que he leído sobre entrenamiento, y la verdad es que me fueron muy bien. He aprendido de ellos, pero ahora, viéndolo allí, he aprendido más», reconoce. El fondista vallecano intentará luchar por estar en el Mundial de Cross, que se disputa el 20 de marzo en Punta Umbría. Ayer, en el campeonato de España, fue octavo y espera a las próximas fechas para aprovechar las ventajas del entrenamiento a 2.400 metros. Si le va bien, repetirá concentración en altitud en verano, «pero en Europa». Eso será pensando en el Mundial al aire libre.