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El Sínodo toma el pulso de la Iglesia por Lluís Martínez Sistach

La Razón
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Hemos llegado al ecuador de los trabajos del Sínodo de los Obispos. Comenzó el 7 de este mes y terminará el próximo 28. Tres semanas para tomar de alguna manera el pulso de la Iglesia en todo el mundo. Es enriquecedor para todos los padres sinodales, auditores y expertos. Casi 400 personas de todos los países del mundo.

El Sínodo de los Obispos es un fruto del Concilio Vaticano II, convocado por el querido beato Juan XXIII, de cuyo inicio hemos celebrado el 50 aniversario el 11 de este mes en Roma. ¿Por qué nació el Sínodo? Porque los obispos reunidos en Concilio veían que convenía que aquella relación con el Papa ante las sesiones conciliares se mantuviera de alguna manera cuando se acabara el Vaticano II. Y por eso el Concilio habló del Sínodo episcopal, para que el episcopado católico pudiera colaborar de una manera más eficaz con el Santo Padre. Y fue Pablo VI quien lo estableció concretando su naturaleza, fines y composición.

 Nos hemos reunido obispos de los cinco continentes y de todos los países del mundo. Los países más pequeños tienen un representante y los mayores no pasan de cuatro. Esto hace que no haya grupos dominantes y que en las intervenciones de los padres sinodales vaya saliendo la realidad religiosa, social y cultural de los diferentes lugares. Escuchando las intervenciones de cinco minutos hemos podido tomar el pulso de la Iglesia extendida de Oriente a Occidente. Cardenales y patriarcas, obispos y eparcas hacen presentes Occidente y Oriente.

Estamos tratando el tema de la transmisión de la fe cristiana. En todas partes hay necesidad y urgencia de evangelización, de presentar a Dios y su evangelio a los hombres y las mujeres de hoy, sin olvidar los jóvenes. Esta preocupación ha sido constante en todas las intervenciones. La nueva evangelización es el reto que tenemos en todo el mundo. El pulso de la Iglesia es misionero. Pero... ¿cómo hacerlo? Esta ha sido una pregunta frecuente, pero también se han ofrecido respuestas. Hay muchas experiencias exitosas de vida cristiana, de parroquias y comunidades, de familias y movimientos que están trabajando mucho y muy bien en la transmisión de la fe. Sin embargo, el reto es fuerte, porque en todas partes hay muchas personas que viven como si Dios no existiera. Estos días de intervenciones, la palabra que ha escuchado más es la de la familia. De todos los continentes, pero especialmente de Europa, de África y de Asia, ha quedado patente que la familia cristiana ha sido transmisora de la fe cristiana a los hijos, y que si la familia se descristianiza -como ocurre en muchos lugares del mundo- se hace muy difícil la evangelización y la catequización de los niños, adolescentes y jóvenes. Con la familia nos jugamos mucho para el bien de las personas, de la sociedad y de la Iglesia.

 

Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona