Benedicto XVI
El Papa propone una profunda reforma de la Iglesia
Debe «desnudarse» de sus lazos materiales y políticos para volcarse en la fe y en los pobres
La Iglesia debe decir adiós al poder, la riqueza y las estructuras burocráticas inútiles para vivir plenamente la fe y abrirse de verdad al mundo. Sólo cuando sea capaz de librarse de sus lazos materiales su acción misionera volverá a ser creíble. En un discurso muy renovador que desvela su proyecto eclesial, Benedicto XVI celebró los periodos de secularización que han hecho que la Iglesia se «desnude» de sus fardos tangibles y políticos para abrazar la pobreza terrenal. De llevarse a la práctica, las ideas que el Papa presentó ayer ante un grupo de católicos alemanes en Friburgo provocarán una profunda reforma de la organización eclesial.
El Pontífice lamentó que durante sus dos milenios de existencia la Iglesia se haya «acomodado» al mundo, dando importancia a las instituciones en lugar de abrirse a las preocupaciones de los hombres. Para cumplir la misión que Cristo le ha encomendado debe dejar de ser mundana. La historia le ha ayudado a volver a encontrar el rumbo a través de diversas olas de secularización, gracias a las cuales se consiguió la «reforma interior» de la Iglesia. Ya sea por medio de la expropiación de bienes eclesiásticos o de la cancelación de privilegios, estos procesos acabaron siendo positivos para el catolicismo. De ellos emerge una organización eclesial limpia, con más capacidad para cumplir con su misión evangelizadora.
Al verse liberada de los elementos mundanos, la Iglesia relanza su vocación social y caritativa. Ésta no es un aspecto secundario de la fe católica ni puede ser cedido a otras instituciones, sino que pertenece «a su naturaleza» y es parte de su «esencia», como sostiene Benedicto XVI en su encíclica «Deus caritas est». La opción por los pobres, por los que sufren y por aquellos que les ayudan está por tanto en el ADN de la Iglesia católica. Cumplir con esta responsabilidad es una «razón más» para ser «valientes» y descargar a la organización eclesial de todo lo mundano.
La renovación que el Papa delineó en Friburgo no afecta sólo a la jerarquía. La Iglesia está formada por todos los bautizados. Todos los católicos están pues llamados a hacer suya la petición de profundo cambio que presentó Benedicto XVI. Para ilustrar sus palabras recordó a la beata Madre Teresa, a quien una vez le preguntaron que cuál era la primera cosa que cambiaría de la Iglesia. Su respuesta fue: «¡Usted y yo!».
La reforma que propone Benedicto XVI está fundamentada en la misión apostólica que Jesucristo encomendó a sus discípulos. «No se trata de encontrar una nueva técnica para un relanzamiento», advirtió. Consiste en renunciar a lo que «es sólo táctica» y buscar la «sinceridad plena», consiguiendo así la realización total de la fe sin «convenciones» ni «costumbres» que en realidad le son ajenas. Al abrirse al mundo y dejar lo mundano, la Iglesia testimonia «aquí y hoy» con palabras y obras el amor de Dios.
No es gratuito que el Pontífice haya realizado este discurso en Alemania. La Iglesia de este país es una de las más ricas gracias a los impuestos que pagan los contribuyentes, quienes pueden elegir que sus tasas vayan a parar a instituciones eclesiales católicas, protestantes o al Estado. Estos fondos mantienen buena parte de las intervenciones de la Iglesia en América Latina y Europa del Este, pero también han contribuido a crear un gran número de instituciones burocráticas. El Papa volvió a referirse a los casos de abusos sexuales a menores cometidos por clérigos. Lamentó que los actos de los «mensajeros» de la fe hayan ensombrecido el mensaje cristiano.
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