Sevilla

Nimbyism por Lucas Haurie

La Razón
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En ocasiones, la sociología es una ciencia exacta. La ecuación de San Jerónimo, barrio obrero crecido a la sombra de Renfe y Renault: aumento del desempleo, más inmigración ilegal, más fracaso estrepitoso del sistema educativo igual a conflictividad social. Los vecinos organizan marchas de protesta contra los chabolistas y amenazan con acosarlos mediante la inveterada fórmula de la patrulla vecinal, vulgo partida de la porra. Pero, ¿no es el barrio un feudo del PSOE? Precisamente por eso: el trabajador depauperado es el puño de hierro de todo movimiento ultraconservador. Si, además, se lo provee de la munición letal de la xenofobia… Marsella, Detroit, Sheffield. La tolerancia, esa entelequia. O, más bien, ese bonito discurso para teorizar desde la distancia. El fenómeno NIMBY (not in my back yard), en español SPAN (sí, pero aquí no), nació como oposición a ciertas instalaciones tóxicas. Pero nada más tóxico para el ser humano que otro humano más pobre que él. En algún sitio tienen que vivir esas criaturas, claro. Pero si se extirpa la mendicidad del centro para no incomodar a los turistas, ¿por qué han de corretear por San Jerónimo churumbeles con su pilila al viento? Emilio Carrillo lo habría solucionado con unas cuantas bolsas de basura.