Ciclismo

Francia

Contador héroe sin premio

Tercero en la cima del Alpe d'Huez, Contador atacó en el Telegraphe, a 90 kilómetros del final n El francés Rolland le robó la victoria en la montaña final 

Contador tira del grupo en el que iban Andy Schleck, Rui Costa y Riblon
Contador tira del grupo en el que iban Andy Schleck, Rui Costa y Riblonlarazon

Eran una decena apenas los kilómetros que llevaban en las piernas y no los que faltaban. Parecía confundirse la escena, una alegoría a la historia, un grito a la epopeya del ciclismo más bello jamás visto. Al paso que Alberto Contador, orgullo herido, raza indomable, triunfadora la suya, pero esta vez hecha trizas, atacaba en las primeras rampas del Telegraphe, la imagen se volvía añeja, reducida al blanco y negro. La épica ciclista de los grandes héroes, de los campeones como él a los que, perdido el norte, la flecha en la brújula les indica certera al maillot amarillo, se vuelven locos, esquizofrénicos y ya les da igual «ser quinto que el 24º». Nada importaba ya más que el reencontrarse con su propio ser, que es la victoria, y en su hábitat natural, que son las montañas. Solos él, la gesta y 90 kilómetros con el Galibier y el Alpe d'Huez. Bello loco Alberto Contador.

Enajenado porque con 90 kilómetros por delante, cuestas por doquier y sufrimiento extremo expectante en cada una de las tenebrosas 21 curvas del Alpe d'Huez atacó. «Que sea lo que Dios quiera, me dije», confesó Alberto. Ése, el chico moreno que lleva la derrota sellada en la cara como una lacra por ser la primera desde hace cuatro años. La primera también en las seis grandes vueltas que ha disputado en ese tiempo. Lección deportiva la suya. Y humana. Ejemplo de vida la de aquel que se levanta ante toda adversidad: «Crucé la meta del Galibier y pensé que tenía que dar la vuelta a esto. Decidí darlo todo». Todo. Vacío llegó a Alpe d'Huez, y sin victoria. Pierre Rolland, un joven francés que enmendó el dolor por la explosión definitiva de Voeckler puso el color al triunfo. Reservó y aguantó a rueda de Samuel, aprovechado y listo cuando el asturiano se acercaba a la posición de Contador, para remachar a ambos.

Fue el «súmmum» del ciclismo. La bicicleta elevada al mayor grado de espectáculo posible aun sin corredores a todo gas, piernas flaqueantes, aun sin el Contador de las grandes tardes, ese matador que, implacable, no perdona. No era ése cuando en las rampas de Alpe d'Huez echaba la vista atrás en medio de la marea humana. Menos cuando, poco después, debilitado, se dejaba atrapar por Samuel Sánchez y Pierre Rolland. Pero para entonces ya nada importaba. En realidad, el triunfo era lo de menos, pues su gesta había sido captada tiempo atrás. Imagen en blanco y negro la de su rabioso demarraje al que Andy, castigado aún por la fatiga de sus sesenta kilómetros en solitario camino de su consagración en el Galibier, 24 horas antes, respondió para seguirle la estela. El mismo glaciar que un día antes lo sepultaba era entonces testigo de su reivindicación. Casta. Evans, a duras penas, intentaba seguir al madrileño y el luxemburgués. Como Samuel. Sentados y a su ritmo. Quedaba mucha etapa.

Y no sirvió de nada, pues el valle camino de Alpe d'Huez, la montaña más joven y a la vez mítica del Tour que guardará esta etapa para sus libros de historia, tumbó las esperanzas de Alberto. Cogidos en el descenso por Samuel mientras el madrileño seguía mirando atrás, a la entrada de su amigo. No sirvió de nada pero, ¡ay! ¡Qué fantástico y divino fue! Historia viva que no se zanjó triunfadora, hubiera sido guinda. Evans, en cambio, cocina su pastel lento y a largo plazo. Sangre fría le puso al fogón hasta la última rampa para atacar a Andy Schleck. Sin premio. Hoy se jugarán en la «crono» un Tour de leyenda gracias a Contador.

Una «crono» que vale un Tour
A excepción del hundimiento de Voeckler, descosido el amarillo que ya viste Andy Schleck, no hubo cambios en la general, que vivirá su jornada definitiva hoy con una contrarreloj completamente llana de 42 kilómetros en Grenoble. Andy Schleck defenderá el «maillot jaune» tomado ayer. Parte con 57 segundos de ventaja sobre Cadel Evans, especialista mejor dotado para la modalidad, y 53 sobre su hermano Frank. Si la lógica se impusiera, debería ser el australiano quien se llevara el Tour, pero a estas alturas «es una crono de fuerzas y no de especialistas», tal y como señala Andy, que ya el año pasado puso en apuros a Contador en la crono de Pauillac. Además, Evans ya perdió un Tour, el del 2008 frente a Carlos Sastre, que no es un especialista.