Actualidad
Con vistas al abismo
¿Cuánto tiempo llevamos «al borde del abismo»? El abismo se exhibe a diario. Desde las tribunas políticas, los Consejos, Asambleas, Legaciones y Secretariados nos amenazan con dedo acusador: estamos al filo del desastre europeo, de la hecatombe, la oblación económica, el Apocalipsis social y toda la pesca eurochiripitifláutica. Hay días en los que una se levanta temerosa de que nos hayan quitado las aceras durante la noche. («Un día de estos van a venir y nos van a quitar hasta lo ‘bailao'», decía mi abuela). Los actores principales de la tragedia europea contemplan estupefactos su propio fracaso desde sus limusinas (primeros ministros, ministros, ministriles…). Pero la desdicha de estos tiempos sólo la conocen de primera mano quienes la sufren en carne propia: los parados, los arruinados, los que «sobran». Mientras los protagonistas graznan sus desacuerdos por los pasillos de palacios soberbios –erigidos a mayor gloria de la unión de una Europa que lleva siglos odiándose y envidiándose abiertamente–, incapaces de mejorar la suerte de sus países, el drama lo padecen los ciudadanos que no entienden cómo esos señores y señoras, de retumbantes títulos y privilegios, discrepan incansablemente sin llegar a acuerdos. Quizás como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia de Europa: por desconfianza. La desconfianza es sospecha, malicia del otro. Temor de gato escaldado. Y también soledad. El desconfiado no se fía, y no fía. Los bancos europeos no se fían los unos de los otros, por eso no prestan. Los políticos europeos no se fían (la historia, ay), y prefieren la ineficacia antes que el acuerdo porque… creen que los demás poseen sus mismos defectos horribles
Así, pronto nos acostumbraremos a vivir «al borde del abismo». Desde luego, las vistas son impresionantes.
✕
Accede a tu cuenta para comentar