«Ghost Rider 2: Espíritu de venganza»: De tal palo tal cerilla

Mal pintaba el regreso cinematográfico de esta calavera motorizada teniendo en cuenta la alegre paliza verbal que propinó la crítica al filme con que Nicolas Cage debutaba en la nómina de Marvel allá por 2007. Verdad, aquello aburría hasta a las ovejas por más que el histriónico actor echara toda la leña al fuego... Pues se equivocaron, relativamente: ambientada varios años después y exiliado del mundo para controlar su espíritu de venganza y el Ghost Rider que sigue llevando dentro, John Blaze es finalmente encontrado por Moreau, un monje estrafalario y bebedor de buen vino que forma parte de la orden del monasterio de Michael, el ángel guerrero, y que necesita los ardientes poderes de Blaze para encontrar a una mujer llamada Nadya y el hijo pequeño de ésta, Danny, en peligro por las fuerzas incansables del mal.

Cuanto sigue supone un delirio de mayor enjundia todavía que el filme precedente: envuelta en un 3D «sucio» no demasiado lustroso, la historia del torturado Blaze (mucha atención con ese par de escenas donde Cage parece haber perdido, definitivamente, la cabeza), asistimos a las enloquecidas persecuciones de unos y otros, a brutales «corrompimientos» en la oscuridad, a ciertos trucos, incluso, de la serie B, mientras el protagonista intenta recuperar su alma para redimirla más tarde. Habrá tercera parte, claro. Quienes lo pensaban, acertaron: al final, resulta bastante más divertida, gamberra y desquiciada que la anterior. Aunque ninguno de estos directores sean todavía dignos ni de mención para el Oscar, la ecuación resulta de la distancia que separa a Mark Steven Johnson, director de la anterior «Ghost» y autor asimismo de la plana «Daredevil», de los «malotes» Mark Neveldine y Brian Taylor, responsables de «Crank», una salvajada con Jason Statham. Qué curiosa es la evolución hasta de un fantasma diabólico, ¿cierto?