España
Parodia de la revolución
En las manifestaciones sindicales han aparecido otra vez las banderas republicanas. Como ha observado en estas páginas Jesús Fonseca, es probable que cada vez aparezcan más. Señalan que las manifestaciones sindicales no son sólo una cuestión de mejora y defensa de los empleados. Las guía una ambición política general. ¿Cuál puede ser esta?
Está en primer lugar el guiño al 15-M. Aquel movimiento quiso expresar la poca confianza de una parte de la opinión pública en los agentes políticos... y prácticamente desapareció cuando el PSOE cayó en la cuenta de que sus patrocinados le reportaban más problemas que beneficios. Plantear una movilización a la griega no es el mejor camino para el PSOE, que por ahora pretende seguir siendo un partido de gobierno.
Quizás lo sea para los sindicatos. Los motivos reales de la movilización sindical quedaron bien claros con las cifras de participantes en las manifestaciones del domingo. Ni siquiera en la mejor de las evaluaciones los sindicatos consiguen movilizar al conjunto de sus afiliados. Se deduce que la movilización no está relacionada con la gravedad de la situación económica y laboral, ante la cual los sindicatos han permanecido indiferentes en los últimos cuatro años. Se trata de defender un modelo de relaciones de poder que la reforma laboral del Gobierno popular ha empezado a cambiar. De paso, la bandera republicana avisa al PSOE de Rubalcaba de los límites de la lealtad sindical. A estos socialistas, que tanto gustan de hablar de líneas rojas, les han dibujado una por la izquierda. Como en los años ochenta, la UGT está dispuesta a hacer de oposición y, si hace falta, de oposición de la oposición, en alianza con IU. La guerra de desgaste puede ser costosa para los socialistas, sea cual sea la posición que adopten.
En nuestro país, la bandera republicana es, más que un signo político, el símbolo casi poético de un anhelo revolucionario. Puede que los problemas de algún miembro de la Familia Real favorezcan su aparición, pero enarbolarla significa algo más: la voluntad de instaurar una España nueva, progresista, limpia de gente de derechas, de católicos, de curas, de militares, etc., etc. Claro que después de estos siete años de intento de aplicación de este proyecto, ya no cabe el engaño. La bandera republicana ve su significado reducido cada vez más a la parodia de una parodia. En el lugar de los millones de parados, de los jóvenes condenados a la precariedad y de los pensionistas en peligro, están los «sindi banqueros», los consejos de administración, los cursos de formación… La revolución tiene en España ese rostro, de gente atrincherada en la defensa de sus privilegios, gente de edad, de vuelta de todo, que cifra la vida en la supervivencia de una situación anquilosada. En ese aspecto, y a estas alturas, no parece que haya reforma posible.
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