Bruselas
Habas contadas
El Gobierno avanzó ayer las líneas maestras de los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año y lo más benévolo que cabe decir de ellos es que asumen con crudo realismo un repunte del desempleo, que se situará en torno al 20%, una recuperación muy lenta del 1,3% y una caída de la inversión de dos décimas. No son sólo los Presupuestos más austeros de toda la década, sino también los menos optimistas. Tal vez por ello, son también los más creíbles. Es de agradecer, en este sentido, el insólito ejercicio de objetividad que realizó ayer la vicepresidenta económica al presentar el anteproyecto, rehuyendo los pronósticos de color de rosa y admitiendo que determinadas medidas fiscales, como subir un punto a los contribuyentes que declaren más de 120.000 euros anuales y dos a quienes lo hagan por encima de los 170.000, puede que maquillen la imagen socialista del Gobierno, pero no reducirán el déficit. No obstante, el trago más doloroso para quienes hace sólo dos años cometieron la osadía de prometer pleno empleo son las previsiones al alza del paro, lo que significa dos cosas: que la reactivación económica será insuficiente para crear empleo y que la reforma laboral apenas si tendrá incidencia positiva. Para hacer frente a esta situación, que afectará a más de 4,5 millones de parados, el Gobierno baja ligeramente el volumen de prestaciones, pero sube un espectacular 64% los subsidios de paro; es decir, se prevé un fuerte aumento de desempleados condenados a sobrevivir de subsidios porque han agotado ya la prestación del paro. Otro punto negro son las pensiones, que sufren una ruda congelación y, por tanto, pierden poder adquisitivo. Por lo demás, se faltaría a la objetividad si no se subrayaran los aspectos positivos, como por ejemplo el esfuerzo de austeridad en el gasto. Así, los ministerios reducen un 16% sus presupuestos, un 6,7% el funcionamiento del Estado y los gastos no financieros se recortan un 7,9%. También es razonable que se aplace la ampliación a un mes del permiso por paternidad, que supondrá un ahorro de 200 millones, pero es más discutible que se suprima la deducción por compra de vivienda dada la delicada situación del sector inmobiliario. En todo caso, estas medidas ponen de manifiesto que el Gobierno ha abandonado su demagogia populista de ejercicios precedentes y ha asumido con realismo que 2011 será un año duro, sacrificado y poco dado a los optimismos antropológicos. Confía, eso sí, en que el PIB crezca un 1,3%, porcentaje que organismos como la OCDE y el FMI consideran excesivamente alegre y lo sitúan en torno al 0,9%. De igual forma, Salgado está persuadida de que la evolución del déficit se ajustará a los compromisos con Bruselas y terminará 2011 con un 6%, gracias a un aumento del 4,5% de la recaudación. Aquí sí que las previsiones parecen pecar de optimistas, tal vez porque se intenta calmar a los mercados financieros, que son muy sensibles a la calidad de la deuda española y no tienen muy claro que el Gobierno sea capaz de lograr el objetivo de déficit del 3% fijado para 2013. En resumen, los Presupuestos son habas contadas y cualquier variación que sufran en sus previsiones, por pequeña que sea, descuadrará las cuentas. Confiemos que para mejor.
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