Religion

Bendito sueño

La Razón
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Unos castizos de Lavapiés quieren hacer una procesión atea coincidiendo con la Semana Santa. Existe una pequeña fracción remamahuevos del ateísmo, más pesada que el mayor fundamentalista religioso de cualquier fe, que antaño poblaban los ateneos y acababan echando a suertes la existencia de Dios en una timba mística. Son deístas, pero no lo saben, y niegan la intervención divina en los asuntos humanos y el culto público, pero no dejan de ser una secta judeocristiana y salir en procesión es lo último que se les debe ocurrir. Un ateo es un agnóstico ensoberbecido porque el segundo, en su humildad, no rechaza a Dios sino nuestra capacidad intelectual para entenderle no mediando la fe.

Al diplomático Puente–Ojea, ateo militante, le enviamos de Embajador ante la Santa Sede para hacer amigos, y convidaba a almorzar a los cardenales sentándolos con su segunda esposa para que fueran degustando los entremeses y, ontológico y metafísico, ya en el primer plato les discutía la existencia de Dios. Duró poco, pero se dio el gusto de sentarse a la diestra de Dios Padre y hacerle dulces objeciones. En su último libro, Stephen Hawking, ese cerebro con ruedas, estima que el Big-Bang pudo surgir de la nada, lo que no excluye la existencia de «algo» en esa ausencia de todo. Los científicos son cautos porque no hay pruebas empíricas sobre Dios o su metáfora humana. A los empeñosos de Lavapiés se les puede tomar como desfilantes del entierro de la sardina o, más gravemente, como la incursión de la Tuna en un velorio. Al ateo Indalecio Prieto le llevaron a una tenida para hacerle masón. Dijo a la salida: «Prefiero la misa».