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El mercadillo de los hermanos Marx
Lola es un perrito tan chiquitito que cabe en un bolso o en la mano de Jorge Fernández , candidato del PP por Barcelona, que ayer visitó el mercado de Can Vidalet en Esplugues y dio la mano a tanta gente que al final se encontró un chihuahua. No fue por arte de magia, ni hablar, alguien se la dejó allí, pero el líder popular le cogió cariño y hasta lo bautizó como su mascota de campaña. El perrito, sin derecho a voto, se conformó con eso y feliz le lamió la nariz, un acto de cariño muy bonito en esta época de desafección política.
Fernández atravesó el mercado como un vendaval y su fuerza centrífuga arrastró tantas cámaras y periodistas que aquello, desde un Boeing, a 10.000 metros de altura, tendría mucho riesgo. En las prisas, y por eso de caminar de espaldas, hasta un cámara de Televisión Española cayó sobre un banco. Cayó bien, no se hizo ni un rasguño, pero la pobre hormiguita que pasaba por ahí acabó hecha polvo.
Fernández era el cometa y los periodistas la cola en combustión. «Eh, que estoy aquí», gritó un hombre desde una furgoneta a las cámaras, y era cierto, allí estaba, pero no era Jorge Fernández, y ni un sólo periodista se despistó, que no hay quien los confunda cuando apuntan a su objetivo. Dentro del mercado, los comerciantes tenían un sueño, que toda esa cantidad de gente estuviera allí para comprar. Pues no, pero está bien soñar en tiempo de vacas flacas, sí, soñar en vacas gordas. «La que no tenga un euro, que me lo envíe por fax», gritaba un vendedor de ropa. Una mujer se miró el monedero, pero dentro no tenía un fax y desistió. Al final, Fernández escuchó todas las quejas de la gente y generó tanto entusiasmo que hasta hubo quien no le supo tan mal no vender.
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