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«La dura infancia del Rey forjó su carácter»
Honesto, generoso, sentimental y perspicaz. Así era el Rey Juan Carlos, un niño travieso e ingenuo que pronto vio truncada su infancia por una causa mayor. «Despídete de tu madre, y serás Rey de España» fueron las frías palabras con las que Don Juan despidió a su hijo de ocho años antes de enviarle a un internado en Friburgo; y que ahora sirven de título para un libro que descubre la infancia del Rey.
«Su niñez fue una tortura: la ausencia de la figura paterna, el peso de la responsabilidad, el verse alejado del núcleo familiar... Le robaron la infancia. Se convirtió en un nómada, de casa en casa y de colegio en colegio », declara Abel Hernández, autor del libro, a LA RAZÓN. Aquel niño que adoraba «Platero y yo» emprendió un arduo camino hacia el trono, en soledad, con «su mirada triste... clavada en el infinito», afirma Hernández. Lejos de estar rodeado de privilegios, sus primeros años fueron humildes y duros. «Su familia vivió de prestado», incluso sufriendo «penurias económicas» durante el exilio en Estoril (Portugal) y Lausanne (Suiza). Una situación que se agravó tras el traumático accidente de su hermano menor al que estaba muy unido. «La muerte de Alfonso de Borbón envejeció al Rey de repente».
Sin embargo, todo «su sufrimiento ayudó a forjar el carácter que hoy le distingue: su capacidad de sacrificio, de adaptación y su convencimiento de que valió la pena». Así, considera que el Rey pronto comprendió cuáles eran sus designios: «Heredó el sueño de su padre y lo cumplió». El libro está plagado de anécdotas que muestran el lado más entrañable del Monarca: sus travesuras y sus debilidades: «Vendió una pluma que le había regalado su padre para comprarse bombones». Unos dulces que sus familiares le enviaban al internado y que le prohibieron comer por temor a que fuera envenenado. Historias que le costaron al Rey más de una lágrima, «por supuesto en soledad, su padre se lo tenía prohibido».
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