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La Infanta del Atleti

La Razón
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Calma absoluta, no chicha. Bendita rutina. Cócteles, comidas y cenas prenavideñas, presentaciones, conferencias de prensa, el rastro de la noticia... Dicha, en resumen. La «pareja» no está. Helen y Harry, y no es preciso que lo diga la asistenta filipina, no se encuentran. Han empezado otra misión sin dejar rastro. Reconozco que la desaparición temporal de Helen me trastorna más que la previsible reacción de Harry si llega a sorprenderme mirando a su monumental esposa con ojos de cordero degollado. No puedo evitarlo y no lo siento. Amor platónico, intuyo. Es un rasgo muy de mi carácter, enamoradizo. Me acuerdo de Conchita Velasco en «Amor bajo cero», ¡tuve celos de Tony Leblanc! Pero no quiero distraerme. El miércoles pasado, LA RAZÓN entregó los premios «Alfonso Ussía». Un éxito. El discurso de Marta (Domínguez), sentido, nada revanchista; mira hacia adelante y empieza a expresarse como senadora. El del maestro Curro Romero, genial. Ussía, en su línea, «sembrao». Y acto seguido, el picoteo, sin límites. En las postrimerías saludé a la Infanta Elena, altísima, sencilla, encantadora. La afonía no le impidió departir con todo el mundo. Se detuvo junto a María José Navarro, mi vecina de arriba, rojiblanca de tronío, y surgió la pregunta: «Señora, ¿no será usted del Atlético, como el Príncipe?». No hubo ni suspense: «Pues sí», respondió, «y se lo contagiamos a mi hermano». Habría que ir pensando en rebautizar al club: Real Atlético de Madrid... Si antes no desaparece por su nefasta gestión y la abulia de técnicos y jugadores.