Pakistán
En la escuela de rehabilitación de niños bomba
Dilshad era un niño de la calle. Una noche fue secuestrado por unos desconocidos armados en las calles de Karachi y llevado en una furgoneta hasta un centro de reclutamiento talibán en el Valle de Swat.
El campamento pertenecía al grupo insurgente Jahangir, uno de los aliados de Tehrik-e-Taliban Pakistán (TTP) que controló Swat desde 2007 hasta julio de 2009, cuando el Ejército paquistaní expulsó a los talibán tras lanzar una gran ofensiva militar.
Dilshad, de 15 años, fue hallado por los soldados en una escuela abandonada, agazapado y cubriéndose con unas viejas mantas. Bajo sus ropas llevaba adosado al cuerpo un chaleco de explosivos que no había sido activado. «Me obligaron a suicidarme pero no pude hacerlo. Entonces, Yusef (su mentor) me pegó una paliza de muerte, pero logré escaparme», recuerda con dolor.
Durante los meses que permaneció en el campo de entrenamiento recibió tortura psicológica y física. «Sin saber el porqué, entraban por la noche en los barracones, nos ataban las manos a la espalda y nos cubrían los ojos y después nos encerraban en un cuarto», explica Dilshad. En varias ocasiones, le adosaron al cuerpo un chaleco de explosivos y le dijeron que había sido elegido para una misión suicida y que al final resultó ser falso. «Me tuvieron durante horas con el chaleco puesto, mientras me decían que rezara a Allah porque iba a ser mi último día en la tierra».
Afortunadamente, el Ejército paquistaní lo encontró en una escuela de Mingora y lo llevó al centro de Mishal en la localidad de Barikot, al norte de Swat. La escuela Mishal es uno de los dos centros de rehabilitación de niños suicidas que gestionan los militares paquistaníes en el Valle de Swat. El otro, conocido como Sabaoon –que significa en pashtu «la primera luz del alba»–, se encuentra en el distrito de Malakand.
El centro Mishal abrió sus puertas hace once meses y según el mayor Zia, coordinador de la escuela, «unos 490 ex reclutas talibán ya han sido reinsertados en la sociedad». «El problema es la errónea interpretación de la religión», insiste el director de Mishal.
Dilshad es uno de los 120 adolescentes que todavía necesitan tratamiento psicológico para superar el trauma. En el centro un equipo de psicólogos y terapeutas evalúa al paciente, y establece el tratamiento a seguir.
«Existen varias terapias, dependiendo de lo profundamente afectado psicológicamente que esté el suicida», explica a LA RAZÓN el psicólogo Faisal Montash. «Algunos de ellos han sufrido daños irreparables y es muy difícil recuperar la normalidad», insiste el psiquiatra.
Atraídos por la arrogancia
«Las terapias consisten en un conocimiento real sobre el islam, comportamientos sociales y tratamiento psicológico para convertirse en mejores personas», indica el doctor Montash.
Muchos niños, continúa el psicólogo, se sintieron atraídos por «la arrogancia de los combatientes islámicos de pelo largo». Otros fueron llevados a la fuerza por la noche por los insurgentes, que reclamaban reclutas y dinero a los aldeanos. Algunos, incluso, «fueron vendidos por sus padres por 25 mil rupias (unos 200 euros)», que es el precio que solía pagar el TTP por un adolescente sano.
Para la mayoría de ellos, Mishal es la primera escuela apropiada a la que han asistido. Aulas con pupitres y una pizarra para dar clases de inglés, matemáticas, historia y religión. Un campo de tierra para jugar al voléibol y al cricket. Una sala con ordenadores para aprender informática y un comedor para hacer tres comidas al día.
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