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Uganda: El encanto de lo desconocido

Paisajes formidables, vegetación exuberante y una fauna asombrosa. El país de los grandes lagos, las Fuentes del Nilo y los gorilas de montaña es un festín para los amantes de la naturaleza 

El trasiego de bananas, que se venden en los arcenes, es una constante en las carreteras ugandesas
El trasiego de bananas, que se venden en los arcenes, es una constante en las carreteras ugandesaslarazon

Recorrer los verdes paisajes de Uganda es el mejor antídoto contra los estereotipos africanos de horizontes desolados y tierras cuarteadas por las sequías. De las Fuentes del Nilo a las cataratas de Murchison, del lago Alberto a las montañas de Rwenzori, de Queen Elizabeth Park a la selva de Bwindi, donde se esconden los últimos gorilas, Uganda abruma con su vegetación fértil y bellos lagos.

Abandonando Kampala en dirección norte, el primer destino obligado es Murchison Falls, junto al lago Alberto, que con sus 3.877 kilómetros cuadrados es el parque más extenso del país. El encuentro con el Nilo en Paraa es especial. El río desprende un halo mágico al que resulta imposible sustraerse. Sus aguas apabullan con su historia milenaria mientras cruzamos a la otra orilla en un pequeño transbordador entre los resoplidos de los hipopótamos que asoman tímidamente. Al atardecer, la mejor opción es acercarse en barca a las cataratas de Murchison, las mismas que descubrió el explorador Baker en 1864, un salto de 42 metros donde el río exhibe por primera vez, en sus 6.500 km de recorrido, toda su fuerza. El parque es una delicia para cualquier amante de la naturaleza. Pocas sensaciones más pletóricas de libertad que confundirse con la inmensa sabana por esos caminos que parecen empapados en sangre. Ante los ojos del viajero desfila la vida salvaje con apacible naturalidad. Girafas, búfalos, leones, antílopes, elefantes. África en estado puro.

Siguiendo la orilla oriental del lago Alberto, nos adentramos en la selva tropical de Kibale en busca de los chimpancés salvajes. Acompañados por un ranger armado, caminamos entre la tupida foresta que apenas deja pasar la luz siguiendo el rastro de los primates, que lanzan escalofriantes alaridos mientras alborotan las copas de los ficus.

 Avanzamos entre huellas de elefantes, sorteando lianas con vida propia y hundiéndonos en el barro. Al final, la pericia del guía nos lleva hasta un grupo de una docena de chimpancés, liderados por un macho dominante de ademanes dictatoriales que han bautizado como Mobutu, el ex presidente de Zaire. Que nadie piense en la mona Chita; sus congéneres salvajes son corpulentos, cinco veces más fuertes que nosotros, y tremendamente violentos. Uno de ellos se ha sentado frente a nosotros, indiferente. Su mirada cansada impresiona, es la del anciano que ha visto pasar toda una vida por delante de sus ojos. Dan ganas de quedarse a charlar un rato con él.

Dejamos atrás el lago Alberto y muy pronto se levantan a nuestra derecha las impresionantes moles de las Montañas de la Luna (Lunae Montes), rebautizadas como Rwenzori, donde Ptolomeo situó las Fuentes del Nilo en el año 150. Al otro lado de las montañas se encuentra el convulso Congo.

Pasada la línea del Ecuador, junto al lago Eduardo, el Queen Elizabeth National Park supone el reencuentro con la vida salvaje. Ésta es tierra de pequeños lagos volcánicos (antiguos cráteres), de safaris memorables, atardeceres apacibles al calor de una hoguera y amaneceres de ensueño. Sin duda, uno de esos lugares donde a uno le gustaría perderse. A caballo entre dos lagos, el citado Eduardo y el Jorge, navegar por la lengua de agua que los une, el Kazinga Channel, es la actividad estrella.

Nos dirigimos ahora a Kisoro, donde la selva profunda difumina los contornos de Uganda, Ruanda y el Congo. La ciudad, a la vista de los volcanes de Virunga, es un excelente punto de partida para acercarse al Bwindi Impenetrable National Park, donde habitan los últimos gorilas de la Tierra.

Dar con estos primates es una lotería. La caminata puede llevar dos o tres horas o tres veces más, dependiendo del lugar donde se produzca el esperado encuentro. Estar en buena forma física es fundamental. La aventura comienza en Nkuringo, en la zona oeste de Bwindi. Hoy, la suerte está de nuestro lado. Tras una hora de esfuerzo, el guía descubre a los primeros gorilas en un enorme árbol cuyas hojas devoran con parsimonia. Nuestra presencia no los inquieta, incluso nos dan la espalda con indiferencia. Tenemos una hora para disfrutar de este privilegio, uno de los grandes espectáculos de la vida salvaje.

Pero nadie que visite Uganda debería abandonar el país sin acercarse a Jinja, a dos horas de Kampala por carretera, donde reside la respuesta al gran secreto geográfico que trajo de cabeza a la humanidad durante siglos: el nacimiento del Nilo. En la orilla norte del lago Victoria está, prácticamente intacto, el lugar donde brota el gran río, que Speke descubrió en 1862.

Pruebe aunque sea un par de días la experiencia de alojarse en tiendas de campaña (equipadas con todas las comodidades) y disfrute, por ejemplo, de una ducha al aire libre al anochecer mientras escucha los resoplidos de los hipopótamos. El Queen Elizabeth Bush Lodge (www.naturelodges.biz), en el parque nacional del mismo nombre, ofrece una inmejorable relación calidad-precio.

>> Advertencia. Para el safari de los gorilas es imprescindible gestionar con tiempo los permisos. Gorilla Tours (www.gorillatours.com) cuenta con excelentes guías y muchos años de experiencia.
>> Más información. Para saber más sobre la ruta y el país en general: www.visituganda.com y www.uwa.org.
>> Dos lujos junto al Nilo. En Murchison Falls no hay lugar más privilegiado para reposar las emociones que el Paraa Safari Lodge (www.paraalodge.com). Junto a las Fuentes del Nilo en Jinja, The Haven (www.thehaven-uganda.com) es uno de esos hoteles que se recuerdan siempre.