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Un problema de huevos por César Lumbreras
No seré yo el que se oponga a que las gallinas ponedoras desarrollen su trabajo, que es poner huevos, en mejores condiciones. Además, así se decidió en su momento por parte de las autoridades comunitarias, y desde el 1 de enero hay que cumplir la nueva normativa, que ha obligado a los ganaderos a cambiar las jaulas, aumentando el espacio vital de los animales.
Lo que pasa es que la situación es un tanto paradójica, por decirlo suavemente. Por un lado, están los ganaderos que han hecho sus deberes y pueden comercializar sus huevos sin problemas. ¡Olé por ellos! En el otro lado se encuentran los titulares de explotaciones que, o no han podido, por el coste, o no han querido cambiar sus jaulas, y desde el 1 de enero no pueden vender sus huevos en el mercado comunitario. Estos han optado por abandonar la actividad o por enviar sus huevos al exterior de la UE, ya que no estamos ante un problema sanitario, sino de bienestar de los animales.
Como se ha reducido la oferta de huevos en el mercado comunitario, han subido los precios y también se ha tenido que recurrir a importaciones procedentes de países como Estados Unidos, México y Turquía, principalmente.
Sin embargo, esos países son menos exigentes que las autoridades de Bruselas en materia de bienestar animal, por lo que se da la siguiente paradoja: están entrando huevos en la Unión Europea, que consumimos, puestos por gallinas que viven en peores condiciones que las comunitarias y que no cumplen con las normas de aquí, mientras que, por otro lado, exportamos huevos de gallinas comunitarias situadas en explotaciones que no cumplen con esas nuevas normas. ¿Hay alguien que lo entienda? Ya lo dijo Trillo: «Manda huevos».
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