Presentación
El sistema qué divertido
El sistema –lo que los antisistemas llaman «el sistema»– es en realidad el almacén del Estado. Donde se guarda la intendencia para que el día de las elecciones no falte ni una urna, ni una papeleta, ni el catering para los apoderados.
El sistema es la grisura, los uniformes, los vales de entrega firmados y la reglamentación burocrática: el que tiene pase, pasa; el que no tiene pase, no pasa. Dos candidatos pueden pelearse encarnecidamente, pero el sistema tiene que funcionar. Y acaba funcionando. El hermetismo nunca le va mal al sistema y es habilidad del ciudadano saber burlar los envites de la burocracia. Es casi una obligación, una gimnasia democrática. En estos negociados es necesaria gente poco creativa, aunque educada. Creatividad es ahora la característica más valorada en las escuelas de negocios, no sólo en las de Bellas Artes. Nuestra época es la de los credores, un término teológico que hace más ruido que lo que en realidad significa. Izquierda y derecha tienen una ilusión antisistema, cada uno a su manera. Cuando la izquierda sueña es revolucinaria (algunos días) y cuando sueña la derecha es gamberra (sólo por la noche). Pero el sistema siempre paga estas fiestas lujuriosas.
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