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Quién se acuerda de la peseta
Después de una década del euro, siete de cada diez españoles quieren volver a la vieja moneda. Pero todo sería más caro y seríamos más pobres
Ha bajado a comprar este periódico que está leyendo y en vez de los 1,50 euros que cuesta un sábado, el quiosquero le ha pedido 250 pesetas. Para pagar ha sacado, con normalidad, sus dos monedas de 20 duros y otras dos de cinco duros, esas que tenían un agujero en medio.
Diez años después de la entrada del euro, imagine que los más agoreros han triunfado, la crisis ha sido irremediable, Merkel y Sarkozy han pasado de nosotros y España se sale de la moneda única para volver a convivir, cobrar y, sobre todo pagar, en las míticas pesetas.
Imagine que hemos vuelto diez años atrás y de un día para otro pasamos a los billetes de mil y de dos mil y nos olvidamos del euro. Según un estudio del Real Instituto Elcano, un 70% de los españoles estaría de acuerdo. Como considera que por culpa del euro los precios han subido a un ritmo mucho más alto de lo que lo han hecho los salarios, confía en que con el regreso a la peseta, volverían los precios de hace diez años. Están equivocados.
Sí es verdad que, como hace 10 años, cuando dejamos la peseta por el euro, antes de comprar cualquier objeto echaríamos cuentas. No sólo en nuestra vida cotidiana, principalmente tendríamos que calcular al viajar: como sucede ahora cuando vamos a Londres, a Estados Unidos o a Suramérica, cambiaríamos de divisas al cruzar la frontera.
Si es que alguna vez la cruzamos, claro. Porque «será carísimo irse al Caribe», cuenta el profesor Rafael Pampillón, del Instituto de Empresa. Se acabarían los viajes baratos, ya no nos encontraríamos con españoles en cualquier esquina del mundo. Con la peseta volveríamos al turismo del Levante español o pasar los largos veranos en los pueblos de los padres.
Devaluación
Porque una de las primeras medidas al recuperar nuestra moneda sería una devaluación. Esto es una forma de reducir costes y una medida habitual de los países cuando tenían moneda propia y perdían competitividad. En España fue un recurso que se utilizó con normalidad (1967, 1976, 1982, 1992 y 1993) y con el que se relanzaba el mercado interior.
«Se utilizaba para recuperar la competitividad que se había perdido a través de un diferencial de precios-costes (salarios) desfavorable para España. La desaparición de la peseta supuso la pérdida de este instrumento de política macroeconómica y, de hecho, España acumuló el mayor déficit por cuenta corriente de su historia», explica la profesora Lola Gadea, de la Universidad de Zaragoza.
Con el euro, esa política monetaria tan rutinaria es imposible. Pero no si tenemos pesetas. La devaluación se haría en torno a un 20%, por lo menos. «Y eso en realidad significa que todos seríamos más pobres», asegura el economista Pedro Schwartz, del CEU. Aunque a corto plazo, como explica gráficamente el profesor del IESE Eduardo Martínez Pascual podría ser un éxito: «Empezaríamos a exportar por un tubo».
«Si hacemos una abstracción con el resto de la economía, está claro que volver a nuestra moneda y devaluarla es, en principio, positivo –cuenta Rafael Calvo, presidente de FICE (Federación de Industrial del Calzado Español)–. Seríamos más competitivos y considerando que ahora exportamos 100 millones de pares, esa cantidad subiría».
España se convertiría en un país con mucha presencia en el mercado internacional y al que los turistas mirarían con más agrado que con el que lo hacen ahora. Seríamos un país barato, un «chollo» para los turistas extranjeros. «Los hoteles españoles estarían llenos», vaticina Rafael Pampillón. Volvería el turismo más barato, ese que busca la oportunidad en el mercado. Nosotros, con nuestros precios, seríamos esa gran oportunidad.
Pero si después de comprar el periódico y tomarse el café sin que merme su capacidad adquisitva quiere coger el coche para, por ejemplo, ir al Levante, que se ha llenado de «guiris», se acercará a una estación de gasolina para llenar el depósito.
El petróleo llega de fuera, lo importamos. Ahora nos da un poco igual de dónde vienen las cosas. Con la peseta, sin embargo, estaríamos obligados a mirar la procedencia de cada producto. A lo mejor, inocente, hace el mismo cálculo que ha hecho con el periódico. Multiplica por 166,3 el precio de la gasolina en euros para pasarlo a pesetas.
Sólo productos españoles
Perfecto, cuando vaya a pagar, el susto será considerable. «Las importaciones serán carísimas. El petróleo o, por ejemplo, una lata de guisantes alemana en el supermercado», explica Pampillón. Por eso, con la peseta, se habrá reactivado el mercado español: buscaríamos productos de aquí, que al principio no subirían tanto.
De la gasolina, no hay quien nos salve: no podemos viajar al extranjero y no podríamos coger el coche. Estaríamos encerrados en nuestras casas. Eso no sería lo peor. Puede que lo que paga este mes de hipoteca no lo note, pero cuidado en el siguiente recibo.
El tipo de interés habría cambiado. «Nos hemos financiado en los mercados internacionales, y ahora tienes que devolverles la deuda en dólares y en euros. Con un título de cambio depreciado tendrías que poner muchísimas más pesetas», explica Pampillón.
Además, «los mercados internacionales se fían más del euro que de la peseta. Ahora nos prestan al 5%. Con la peseta tendríamos el 20%. La hipoteca es el gasto principal. Debes en euros, el tipo de interés del euro es el 2% y pasaría al 20%. Eso es lo que estuvimos pagando durante mucho tiempo, con las pesetas. Pero no nos acordamos», continúa Martínez Abascal.
En definitiva, subiría un 20% la hipoteca. Por supuesto que nuestros ahorros no cambiarían de valor. Si tenemos 18.000 euros en el banco, serían tres millones de pesetas.
La moneda cambia, pero a diferencia de la hipoteca, la cantidad es la misma.
Las ventajas obtenidas ya no parecen tan buenas: «Volver a la peseta y devaluarla, nos puede salvar una temporada, pero la inflación se dispararía porque el petróleo y la energía nos saldrían más caros. Esto supone mayores costes para las empresas que los traspasarían a los precios –dice Óscar Perelli, director de estudios de Exceltur, la alianza para la excelencia turística–.
Con el euro hemos invertido más a un coste menor. Nos ha permitido afrontar niveles de inversión importantes y eso se ve en las zonas urbanas. En zonas de vacaciones es verdad que ha sido menos».
«Y en el calzado–añade Rafael Calvo– las ventajas de más exportaciones no valdrían la pena, si a cambio se empobrece la renta, se piden subidas de salario y de inflación y aparecen conflictos».
Seríamos más pobres y no bajarían los precios. En Mugardos, un pueblo de Galicia, han hecho el experimento de volver a la peseta, multiplicando el precio de los objetos en los escaparates por 166, 3, el cambio al que se creó el euro.
La experiencia ha desvelado lo que ya todos sospechábamos: «Que 5.000 pesetas antes rendían mucho más. Ahora te da para la mitad». En diez años, la inflación ha subido un 31,6% y los salarios medios sólo un 13,9%. La idea general es que por culpa del euro han subido los precios, pero con la peseta habría mayor inflación y mayor gasto público para cubrir las deudas.
Y este periódico, en realidad, tendría que haber costado 249,5 pesetas, pero al redondear, se ha tirado para arriba. Seguro.
Si volviésemos a la peseta habría un devaluación de, por lo menos un 20%, los productos importados como la gasolina, costarían más. También las hipotecas. El precio de otros productos, al principio, debería obtenerse de multiplicar el actual por 166,3, si adoptamos el cambio de hace diez años.
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