Elecciones autonómicas
Cómo votar sin miedo
Carlos García, el único concejal del PP en Elorrio, animaba a los militantes a participar
ELORRIO (VIZCAYA). En cada una de las nueve mesas electorales que se agrupan en el frontón de Elorrio había ayer dos personas con pegatina de Bildu y una con las siglas del PNV. Cinco jóvenes, muy jóvenes, con acreditación del PP pululaban entre las mesas vigilando, sobre todo, que nadie quitara las papeletas de su partido. Eran los interventores y apoderados de un municipio con seis concejales del PNV, seis de Bildu y uno del PP. Los socialistas, que no tienen representación municipal, no aparecieron por el frontón.
A la entrada del lugar de las votaciones encontramos al concejal del PP Carlos García, que nos explicó que permanece allí para animar a los votantes de su partido, que pueden sentirse intimidados en un ambiente dominado por los nacionalistas. Muchas personas le saludaban al entrar o al salir, la mayoría en euskera. El ambiente era distendido, nada que ver con la hostilidad con la que los proetarras reaccionaron tras la decisión del concejal del PP de apoyar al PNV para evitar que Bildu se hiciera con la alcaldía.
Mientras hablábamos con Carlos García, apareció por allí una votante del PP. En pocos lugares de España eso marca tanto. Era una chica risueña que saludó con simpatía al concejal y que nos contó como una anécdota curiosa que ella, «con todos los apellidos vascos», siempre había votado a Eusko Alkartasuna, pero que había sintonizado con la posición del PP en unos temas municipales y que ya también había cambiado el voto en las anteriores elecciones generales.
Parecía sentirse orgullosa de haber dado un paso a contracorriente en el seno de una familia en la que, según nos dijo, había quienes «odian al PP» y en un municipio en el que se esconde el voto no nacionalista como si fuera algo vergonzante o, al menos, algo que no conviene que se sepa, por la seguridad personal, la de la familia, la tranquilidad de los niños o la buena marcha del negocio.
Luchar por todos los votos
Conociendo esa situación, nos sorprendió que Carlos García hablara con una concejal del PNV como si fueran amigos. Ella le contó que su marido estaba de viaje, pero que había votado por correo y que tenía un día complicado. Una de sus hijas tenía un herpes muy doloroso e iba a llevarla al hospital.
El concejal del PP transmitía confianza a los apoderados del partido, algunos de ellos nuevos en esas lides. Estaban allí con espíritu de ONG o algo parecido, como dando la cara para defender que todas las ideas sean respetadas en un territorio que los proetarras consideran su feudo y que sólo están dispuestos a compartir, si acaso, con los hermanos mayores del PNV. A los apoderados del PP se les unirían refuerzos por la noche, ya que Carlos García nos dijo que si en los recuentos no había nadie del partido podían perderse votos por cuestiones como dos papeletas iguales en un sobre, que es un voto válido, pero que si nadie lo defiende, muchas veces se anula. Hay que tener energía para imponerse a quienes cuentan los votos como si las papeletas no nacionalistas provinieran de intrusos que se han metido donde nadie los llamaba.
A la entrada del frontón donde estaban reunidas todas las mesas electorales de Elorrio, los votantes de Bildu ignoraban al concejal del PP y escrutaban con la mirada a todo el que se le acercaba, pero cuando Carlos García compraba el periódico LA RAZÓN en ese lugar en el que hay trescientos votantes del PP –cuatrocientos cincuenta en las últimas generales, nos puntualizó con orgullo– le saludaron con cordialidad, y cuando paseamos con él por la calle nos invitaron a entrar en una de las más antiguas sociedades gastronómicas del municipio.
Todo ello en un pueblo empapelado con carteles de EH Bildu, el único partido que incumple la normativa municipal y que no respeta ni la Iglesia a la hora de anunciar sus siglas. Entre sus impresionantes casas señoriales, en el frontón municipal al aire libre destaca un inmenso cartel en el que se repite el lema «Euskal Presoak. Etxera» –que pide la vuelta «a casa» de los presos etarras–, que cuelga también de innumerables balcones. Allí, el PP no sólo tiene un único concejal, sino también un único militante. Y está localizado. Hay que tener valor.
✕
Accede a tu cuenta para comentar