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Vítores al juez y el carro de Manolo Escobar

Vítores al juez y el carro de Manolo Escobar
Vítores al juez y el carro de Manolo Escobarlarazon

PALMA DE MALLORCA- Con un cierto aroma a Fuenteovejuna, el juez Castro salió a pie del juzgado, para comer vitoreado como una estrella del celuloide. Los «¡vivas!» al magistrado –para los manifestantes la encarnación de una justicia poco acostumbrada a estas muestras de efusividad– se confundían con una espontánea salva de aplausos entre los que parecía sentirse a gusto. Apeado Garzón del escenario, quizá estemos asistiendo al alumbramiento de otro «juez estrella». La estampa, con alguna que otra bandera republicana ondeando al viento, era bastante añeja. Casi tanto como los pintorescos eslóganes de algunos carteles («Yo sé quién ha robado el carro de D. Manolo Escobar»).

Castro, rodeado por un tumulto de cámaras, buscaba la salida al embrollo en el que se había metido, ofreciendo con naturalidad una tregua ante tanto periodista y sorteando preguntas con la misma habilidad con la que Messi dribla defensas. «No voy a decir nada. Yo los entiendo a ustedes, pero entiéndanme a mí», se excusaba abriéndose paso con educación. «¡Viva el juez Castro!», le gritaba el gentío mientras se alejaba en busca de un lugar donde reponer fuerzas.

Como todavía quedaban vítores que regalar, el fiscal del caso, Pedro Horrach, se los llevó todos cuando salió del tribunal instantes después. «¡Justicia, justicia, justicia!», le jaleaban. A un lado, apoyado sobre el guardabarros de un coche, una caricatura del duque de Palma con una leyenda nada equívoca: «Noos forramos».
Peor parte se llevó el abogado del ex presidente balear Jaume Matas, que, reconocido por alguno de los presentes (como en las buenas telenovelas, la gente se va familiarizando con los personajes), callejeaba ajeno a todo al grito de «¡el abogado del diablo!».

Pero la verdadera ensalada de improperios se escuchó horas antes, coincidiendo con la llegada del duque de Palma. Hasta un huevo impactó contra el coche que le trasladó a la sede del tribunal. Más de 200 personas, repartidas por las distintas entradas, entonaron «vivas» a la República y clásicos de estas citas como «¡televisión, manipulación!». «¡Iñaki, escucha, Mallorca está en lucha!», coreaba alguno desde la imaginaria trinchera. Abajo, como en la cabalgata de los Reyes Magos, a Urdangarín le esperaba una ristra de escaleras (algunas de hasta siete peldaños) donde cámaras y fotógrafos se aupaban para captar la imagen del día.