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Más que coincidencias por José Antonio Vera
Puede que todo sea pura casualidad, pero más bien parece que las «espontáneas» movilizaciones, manifestaciones, cortes de tráfico, asambleas universitarias y demás actos callejeros convocados en toda España a partir de hoy forman parte de una estrategia bien urdida con la idea de acorralar al Gobierno antes de que sus reformas puedan tener un efecto positivo en la economía. Hay quien cree que la izquierda va a intentar cuanto antes darle la vuelta en la calle al resultado de las urnas. Quiero entender que no es así, aunque da para pensar esta coincidencia de actos múltiples y coordinados por toda la geografía nacional. El resultado inmediato de cara a los ciudadanos no puede ser más negativo. A nadie le va a resultar atractivo invertir en un país inseguro, con manifestaciones diarias, algaradas, barricadas y estética borroka en cada esquina. Cabe imaginar que ni los sindicatos ni el principal partido de la oposición quieren un escenario de ese tipo, pues en el fondo es perjudicial para el país. Pero determinados hechos muestran que hay interés por parte de algunos en encender la calle. Solo así se comprende que diputados regionales socialistas hicieran un homenaje público a un personaje de pañuelo palestino y biografía plagada de «condecoraciones» en la lucha antisistema. Protestar por la ausencia de calefacción en las aulas es comprensible, aunque llama la atención el hecho de que se haga sólo en Valencia, y no en Almería, Huelva o Sevilla, donde parece que han tenido hasta ayer problemas parecidos.
Por supuesto que las movilizaciones son democráticas y constitucionales si se realizan sin violencia. Los partidarios del PP se manifestaron estos años cuanto quisieron, si bien mucho se cuidaron de que tales actos no concluyeran con incidentes. Igual puede hacerlo cualquier otro colectivo que considere pisoteados sus derechos. Lo que da mucho que pensar es esta acción concertada de sindicatos, estudiantes, profesores, colectivos sanitarios, partidos de izquierdas e incluso del PSOE hasta ayer en el Gobierno. Tiene razón Rubalcaba: cada uno es libre de adherirse a las concentraciones a las que crea que deba asistir. El problema es cuando con acciones de ese tipo se acaba en realidad echándole leña al fuego.
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