Valencia

Manzanares cierra en Castellón el círculo mágico de Valencia

- Castellón. Cuarta de la Feria de La Magdalena. Se lidiaron toros de la ganadería de Jandilla, muy bajos de presentación y desiguales de juego. Lleno.- Morante de la Puebla, de verde botella e hilo blanco, pinchazo, estocada caída (saludos); dos pinchazos, media (ovación).- El Juli, de grana y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada (dos orejas).- José María Manzanares, de grana y oro (dos orejas); estocada caída (palmas).

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Manzanares cerró el círculo. El círculo mágico del toreo, que culminó con un espadazo. No me pidan la exactitud de caer en la cuenta de si cayó en la yema. No sabría decir. Les puedo contar que a Manzanares, vestido de grana y oro, le salió de las entrañas perfilarse en la suerte suprema y aguantar el envite del toro. El mismo que le robó el triunfo mayor, la gloria del misterio de la puerta grande en la pasada Feria de Fallas, justo por empeñarse en matarlo ahí, recibiendo, el plantar cara a la muerte de frente, sin atacar, corazón ardiente y con el acero de plomo, que mata en el temeroso movimiento. La espada entró y Manzanares se creció, gigante entonces, ahora sí, en la apuesta había tocado premio. Autenticidad tuvo el comienzo de muleta, buen aire antes con el capote y toreo de seda cuando llegó el relajo con la muleta. Compás de espera para el toreo bonito, sin dudas, dando claridad al toro, que se dejó hacer, eso sí, directo al pecho se le fue por el izquierdo. No se acobardó Manzanares, más limpio todavía, más pulcro, más despacio. Cuando el toro echó la miradita a tablas, montó la espada Manzanares y entonces sí, cerró en Castellón el círculo mágico de Valencia.


Dos orejas. Dio la cara con el complicado sexto. Otros dos trofeos sumó El Juli del quinto. La tarde era difícil de aceptar. La terciada corrida de Jandilla no era para plaza de segunda. Desiguales, no se tapaban ni por delante ni por detrás, aquello no había manera de verlo, por mucho que uno intentaba que el ojo se le acostumbrara a la nueva plaza. Cambio de versión. Pero el toro no apareció por toriles ni acabado el festejo.

El Juli se llevó las otras dos orejas de la tarde, por un trasteo de querer, pero quizá menos rotundo que en otras ocasiones. Fue al quinto, justo de fuerza y casta, pero que se dejó. Pocos atractivos encontrábamos en ver a un figurón como Julián con el segundo, que ni fu ni fa.
Morante se fajó con el cuarto, que tenía cambios de ritmo en la embestida y no humillaba y estuvo menos fino con el primero de mejor son.

Si el toro hubiera sido toro, estaríamos hablando de círculos mágicos, hondos y desgarradores que sólo se producen en la arena. Porque de la arena al tendido hay una barrera infranqueable. Física y moral. La del valor y el arte. Ayer a esa barrera le faltó no realidad, que el toro daña hasta de becerro, sino categoría.



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